Otra vez más. Otra vez más en lo que llevamos de semana. ¿Cómo? ¿Cómo ha llegado a pasar esto?
De nuevo gritos y discusiones, malas caras y enfados... que desembocan luego en silencios incómodos, indefinidos, eternos. Y después vienen las lágrimas tontas. Lágrimas que, la mayoría, me pertenecen.
Sorbo por la nariz y sollozo otra vez, casi avergonzada.
—Tranquila. Yo estoy contigo. Siempre lo estaré —susurra mirándome a los ojos, y me dedica una débil sonrisa. Esos ojos azules, su mirada, me tranquiliza. Siempre lo ha hecho. Tiene un poder especial sobre mí, mucho más en estas situaciones que se han vuelto frecuentes.
—Gracias —le digo, porque no soy capaz de decir otra cosa. No hay agradecimiento suficiente en este mundo para él, y lo cierto es que no se lo digo muy a menudo.
No me gustaría mirarme ahora mismo al espejo. Debo de estar más que horrorosa. Tengo los ojos hinchados y me escuecen. ¿Cuántas veces me ha visto de esta manera? ¿Cuántas veces me ha visto llorar? Muchas, más que nadie, y necesito que eso cambie. No lo haré más, me lo prometo a mí misma desde hoy.
—No tienes que agradecerme nada, lo sabes. —Acerca su mano a mi cara y desliza su pulgar por mi mejilla retirando una lágrima. Y ese gesto, no sé por qué, me debilita y hace que rompa con otro sollozo.
Solo quiero a mi familia de antes, y si eso es mucho pedir, me conformo con que al menos podamos volver a convivir, con normalidad.
—Ven aquí —me dice y sus brazos me atraen hacia él, y me rodea con ellos. Me estrecha suavemente contra su cuerpo y de inmediato noto como hace que me sienta mejor.
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¿Y si te digo que te quiero?
Hayran Kurgu• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...