TREINTA Y OCHO

1.9K 173 10
                                    

Louis empuja la puerta del portal sin necesidad de llave y los dos pasan al interior.

-Ni siquiera tenía idea de que vivieras en un edificio -comenta Laia rompiendo el silencio de todo el trayecto. Se imaginaba una casita, no muy grande, quizá con un jardín pequeño pero bien cuidado... No un edificio.

Él se limita a sonreirle en respuesta.

-¿Y el ascensor? -pregunta al ver que comienza a subir por las escaleras.

-No hay ascensor -responde él con diversión y Laia chasquea la lengua con fastidio-. No te preocupes, mi casa está en la segunda planta. No te quedarás sin pulmones por una decena de escalones.

Ella le sonríe y espera a que comience a andar para ir tras él. Se queda mirando que lleva un vaquero ajustado, como de costumbre, una sudadera y unas zapatillas. Ahora que sabe dónde vive, apenas son unos minutos andando de distancia, así que, o se ha puesto la ropa muy rápido, o es que aún no estaba en la cama y ya iba así vestido.

Inconscientemente sus ojos se paran en su trasero, pero los aparta rápidamente.

-¿Me has escuchado?

-¿Qué? -le pregunta desconcertada con una voz demasiado aguda que no sabe de dónde le ha salido.

-Te decía que te voy advirtiendo de que mi casa no es una mansión con decoración cara como la tuya. -Se gira hacia detrás para mirarla, parándose frente a una puerta de madera oscura.

-¿Qué más da eso? -La chica le sonríe.

Gira la llave en la cerradura y hace un gesto con las manos para que ella pase primero. Al entrar, él enciende la luz dejando ver una pequeña sala decorada en tonos cobrizos. La televisión está encendida y en volumen bajo, y frente a ella se encuentra un sillón repleto de cojines. La cocina está en la misma estancia, solo la separa una barra de la sala.

-Puedes sentarte, si quieres -le ofrece Louis y ella asiente dirigiéndose al sillón.

Aparta unos cojines y acaba sentada con los pies cruzados en dirección al televisor. Louis deja las llaves sobre la barra y se queda en la cocina un momento.

-¿Cómo es que no había venido a tu casa antes?

-No sé, supongo que no había surgido la ocasión. -Se encoge de hombros aunque ella no lo está viendo-. ¿Quieres algo?

-No, gracias.

-¿De verdad? ¿Ni siquiera para beber?

-No, de verdad que no.

-¿Alguna bebida caliente si tienes frío? ¿Un poco de agua? -insiste Louis.

-Vale, agua sí. Gracias.

Él sirve agua en un vaso y se lo lleva.

-Gracias.

-Te dije que dejaras de decir gracias.

-Lo siento. -Se disculpa sonriendo, a propósito, y da un trago al agua.

Louis enciende las dos lámparas que hay a los lados del sillón y vuelve a la puerta de la entrada para apagar la bombilla del techo. Ahora la sala queda ligeramente iluminada, creando un ambiente cálido y acogedor.

-¿Seguro que no quieres nada más? ¿No tienes hambre? -Se acerca y se saca la sudadera por la cabeza quedándose con una camiseta blanca básica.

Ella niega con la cabeza sin parar de observar todos sus movimientos.

-¿Quieres contarme? -le pregunta tomando asiento junto a ella, pero guardando un poco de distancia entre ellos.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora