CUARENTA Y TRES

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-No te quedes dormida -le advierte, susurrándole cerca del oído.

-Mmm.... Vale -contesta manteniendo los ojos cerrados.

El chico le masajea los hombros con ambas manos. Luego presiona los dedos recorriéndole la columna vertebral. Le hace estremecerse. Un novio que sepa hacer esas cosas es lo que toda chica querría. Solo cuando está en sus manos consigue relajarse de verdad, no piensa en nada. Deja la mente en blanco, olvidando todo. Podría estar así siempre.

Cuando las manos de Dustin se apartan de su cuerpo, dando por finalizado el masaje, se siente como nueva: con los músculos relajados, sosegada y casi adormilada.

-Si aún estás estudiando, no quiero imaginar cuando seas un profesional.

-Ganaré mucho dinero. -Sonríe, limpiándose las manos aceitosas con unas toallitas húmedas.

Laia se reincorpora en la camilla poniéndose la camisa de tirantes, y luego la rebeca.

-No te preocupes, que a ti no te cobraré.

-Más te vale. -La chica sonríe-. Aunque para eso queda mucho. Quién sabe dónde y con quién estaremos dentro de un par de años.

-A lo mejor estamos juntos. Tú lo has dicho: quién sabe.

No le contesta. No quiere pensar en el futuro, ni en el más lejano, ni en el más cercano. Solo se conocen desde hace días.

-Qué locura... -murmura sin quererlo, pero Dustin no la escucha.

El chico se acerca, le pasa una mano por la cintura y se dirigen al salón.

-¿Quieres sentarte? Puedo traer algo de beber -le propone, señalando el sillón de piel sintética blanco impecable-. ¿O prefieres irte ya?

-No, no. Claro que no. Me quedo un poco más, si tú quieres.

-Por supuesto. -Sonríe, coge su mano y la guía para que se siente fingiendo caballerosidad.

-Nada de alcohol, aviso -levanta la voz cuando Dustin se aleja.

-¿Por qué no?

-Porque no.

-¡Eso no es una respuesta!

Laia se ríe en bajito. La última vez que bebió hizo una estupidez que ha sido la culpable de toda la situación que está viviendo con Louis. Aunque también sabe que hubiera pasado de todas formas. No se habría callado sus sentimientos toda la vida, o hasta que se olvidara de ella.

Agita la cabeza y suspira. Otra vez pensando en lo mismo. Lo cierto es que no ha parado de darle vueltas a todo, pero especialmente a la mañana en el instituto. El comportamiento de Louis, su insistencia, sus comentarios... la están volviendo loca. Le resulta imposible no admirarlo por ello, por su confianza y seguridad, y por no rendirse. Pero solo está consiguiendo confundirla y desordenarle sus pensamientos todo el tiempo.

Se recuesta en el respaldo dando golpecitos en el suelo con el pie. Es un gesto nervioso, impaciente. Echa un vistazo a la estancia. Está sola en su salón, en su casa. Una casa desconocida, al igual que él. Porque, ¿lo conoce de verdad? No han pasado ni dos semanas desde que lo vio por primera vez, comprando batidos. Guapo, alto, mayor, de ojos bonitos, e inteligente. Perfecto. Perfecto, pero siente que no lo está viviendo cómo debería. No puede al cien por cien, sabiendo que su mejor amigo está enamorado de ella. Ahora mismo no está segura de nada, y necesita hacer algo para salir de dudas.

Dustin regresa con dos vasos en las manos. Ella lo mira de arriba a abajo, sonriendo con ternura.
Quizá es "algo" que debe hacer implique dar un paso más, quizá de esa forma salga de dudas.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora