DIECINUEVE

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Dos horas más tarde y la música aún no ha cesado, ni tampoco el baile y la fiesta. Es cierto que ya muchos se han despedido, pero se podría decir que la mitad de los invitados aún beben, ríen, bailan y, sobre todo, se lo pasan bien.
Se hacen hueco entre el gentío para acercarse a los novios. Se despiden de ellos, dándoles de nuevo la enhorabuena, y se marchan.

Sam no estaba de acuerdo en absoluto con la decisión de irse tan pronto. Tenía nuevos "amigos" que había hecho sobre la marcha, música, un poco de alcohol y chicas pululando por sus alrededores. Estaba en su salsa. Ni siquiera sabía de dónde habían salido tantos invitados, ni si guardaba algún parentesco con algunos de ellos.

Sus padres, sin embargo, ya no estaban tan cómodos con la velada. Cuando se trata de una boda, en la cual todos se divierten felizmente, resulta más difícil continuar mostrando felicidad con la persona de tu lado si interiormente no la hay.

Jeremy y Anna atraviesan la calle oscura de camino al coche. Van juntos, pero guardan las distancias. Sam va tras ellos librándose de su chaqueta negra.

-¿No hace demasiado calor aquí? -Resopla y, torpemente, deja caer la prenda al suelo de la carretera-. Joder... -murmura y se agacha para recogerla.

Su hermana, tras él, se ríe en silencio. Mira de reojo a Louis y lo pilla ocultando una sonrisa, presionando sus finos labios. Ladea un poco la cara y solo la mitad de la misma queda alumbrada por las farolas.

-Es mi momento -le dice Louis y se puede apreciar el brillo en sus ojos.

-Sam, ¿te encuentras bien? -Jeremy se para antes de seguir su camino hasta el coche y se asegura de que su hijo esté en buenas condiciones.

-¿Eh? -Levanta la cabeza y luego asiente con la cabeza repetidas veces.

-¿Seguro que podrás llegar sin proble...?

-Que sí -lo corta y sonríe con seguridad.

Su padre no insiste más y se sube a su coche acompañado de su mujer. Arranca el motor y se pierde por la carretera.

-Sam, has bebido un poco. No creo que sea buena idea que conduzcas... Louis debería llevar el coche. Nos podría parar la policía, y ya...

-Sí, sí. -Su hermano la interrumpe alzando los brazos y le da las llaves a Louis. Solo ha bebido unas copas, está perfectamente, o casi. Igualmente conducir es lo menos que le apetece ahora, por eso accede sin problemas. Abre la puerta trasera y entra en el coche.

-Qué fácil ha sido -dice Laia sonriendo y rodea el coche para sentarse al lado del conductor.

Louis no tarda en acomodarse en el asiento del piloto y en introducir las llaves en el contacto. El motor suena y coloca las manos en el volante, dejándose caer en el respaldo del sillón de cuero beig. Lo está disfrutando.

-¿No te parece perfecto? -pregunta él haciendo honor a su pregunta de antes.

-Es solo un coche -contesta y rueda los ojos.

-Es solo un coche perfecto -puntualiza él con una media sonrisa y se pone el cinturón de seguridad.

-¿Llevas el carné de conducir encima? -pregunta Sam desde atrás mientras desabrocha dos de los botones de su camisa.

-Por supuesto -miente Louis. Por dos segundos se había olvidado de que ese no es su coche, y que el verdadero dueño va en el asiento trasero.

-¿De verdad que no tenéis calor? -insiste Sam resoplando, pero ambos se ríen e ignoran su pregunta.

Louis ajusta los espejos, se asegura de que todos llevan el cinturón y posa delicadamente la palma de la mano sobre la palanca de cambios. Deja escapar un leve suspiro de satisfacción.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora