NUEVE

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Debo trabajar demasiado, como tú dices. De lo contrario, la Robinson podría castigarme. Ya puedes hacerte una idea.

Una sonrisa sale de sus labios al leer el mensaje, gesto que no pasa desapercibido para los ojos de Andrea.

-¿Quién es? -balbucea Andrea la pregunta masticando una galleta entera de chocolate.

-Hablar con la boca llena es de mala educación -le llama la atención desviando la respuesta a la pregunta.

-Perdón. -Se disculpa tapándose la boca con la mano. Retira la bandeja de galletas que sostiene sobre sus piernas cruzadas y mastica a toda velocidad ruidosamente para poder hablar.

-Pareces un rumiante -le dice por su forma de masticar, mientras deja los libros a un lado por un momento y se dispone a responder el mensaje.

Castigarte, ¿de qué forma?

-Deberíamos empezar a estudiar, ¿no crees? -Se sacude las migas de las manos y la ropa y coge su libro de texto. Laia aparta la vista de la pantalla de su móvil y la mira con una ceja arqueada.

-¿Cómo dices? Yo empecé hace rato. Todo este tiempo que te la has pasado comiendo yo estaba estudiando -le aclara Laia.

-Un ¿qué? -pregunta Andrea ignorándola y retomando el comentario de antes-. Qué tendrá que ver un rumiante...

Un nuevo mensaje llega y Laia lo lee al instante.

Guarda un látigo en el almacén. Tengo miedo.

Laia aguanta una risa delante de Andrea presionando los labios.

-Pues porque masticas así. -Imita, de manera exagerada, a su amiga mascando como hacía un momento y ambas se echan a reír.

Andrea se inclina hacia su amiga sobre la cama entre carcajadas y le arrebata el móvil de las manos con un movimiento veloz y ágil.

-¡Ajá! -exclama victoriosa levantando la mano con el aparato y luego echa un rápido vistazo antes de que Laia vuelva a recuperarlo-. Es Louis, si es que ya lo sabía.

-¡Trae eso! -Trata de quitárselo de las manos pero Andrea se lo mete por dentro de la camiseta y lo esconde en su sujetador. Laia la mira con horror y resignación ante el gesto.

-Parecéis novios -canturrea Andrea.

-¿Qué? No es cierto. -Pone los ojos en blanco y vuelve a rodearse de sus libros y apuntes.

-Actuáis como tal, sólo que sin besos ni sexo.

Laia ignora completamente el comentario y se apresura para buscar las páginas que le corresponden al tema.

-Espera... -murmura Andrea lentamente, analizando el silencio de su amiga-. Yo estoy presuponiendo que vosotros dos no habéis...

Laia, sin dejarla acabar, ahoga un grito.

-¡Pero qué estás insinuando! ¿Estás loca?

Sabe perfectamente que su amiga Andrea podría estar loca, lo parece en ocasiones. Es consciente de su espontaneidad y sus ideas, pero... ¿hasta tal punto de insinuar, o pensar, que está o ha tenido sexo con su mejor amigo? Definitivamente, se le ha ido de las manos.

-Tranquila, que no estoy insinuando nada -dice alzando una mano, en señal de paz, y Laia se relaja visiblemente -. Te lo estoy diciendo claramente.

-¿Cómo puedes pensar que...? -Hace una pausa, negando con la cabeza-. ¿Qué concepto tienes tú de la amistad?

-Él es un chico, y tú eres una chica.

¿A esa conclusión ha llegado ella solita o ha necesitado ayuda?

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora