CINCUENTA Y OCHO

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Ha salido de casa dejándole a su madre la excusa de ir a devolverle la mochila a Laia. Esta le preguntó extrañada por qué motivo tenía ella la mochila de su amiga y le explicó de la forma más creíble posible que se había ofrecido para dejarla en su taquilla y finalmente se despistó de que allí la tenía. La mujer no parecía muy convencida, pero aún así dejó que saliera sin problemas. Ahora da leves toques en la puerta, con la esperanza de no ser demasiado llamativa si pulsa el timbre. Espera no encontrarse con su padre porque si así fuese no tendría explicaciones que darle acerca de por qué se marchó del instituto. Por el contrario, si fuese su hermano el que abriese la puerta, se llevaría una alegría. No ha dejado de darle vueltas a la conversación que mantuvo con él el día anterior. Cuanto más habla con él, más le gusta. Ya no es solo una cuestión de físico.

Espera unos segundos, sin respuesta. Lo intenta de nuevo con toques más fuertes, y parece sí tener resultado. Sus ojos verdes se iluminan por el recibimiento.

-Mi hermana no está -le suelta el chico nada más verla, sin ni siquiera saludarla antes.

Ella no contesta de inmediato, se toma un momento para asimilar el pantalón corto que lleva, únicamente. No es la primera vez que lo encuentra de esa forma, y oculta la sonrisa.

-Hola -le dice ella antes de nada-. Solo vengo a traer sus cosas.

-Genial, entra entonces -le deja paso y sigue de largo hasta el sofá de la sala.

Siempre lo encuentra tirado en el sofá. No sabe si es simple casualidad o que realmente no tiene mucho que hacer en su vida. Teniendo unos padres con dinero que lo mantengan, ella también llevaría la misma rutina encantada.

-¿Dónde la dejo?

-Súbela, si te apetece.

La chica asiente con intención de hacerlo pero Sam habla de nuevo.

-Espera, no -le advierte-. Déjala aquí, es mejor que mi padre no te vea.

-¿Por qué?

-No sabe nada de mi hermana desde las once de la mañana -contesta-. Tú sabes, ¿verdad?

-¿Cómo? -Ella es la primera sorprendida. Son casi las seis de la tarde, y ¿aún no ha vuelto a casa?

-Ni coge las llamadas.

-Su móvil está en la mochila.

-Ah... -Alarga Sam-. Ahora tiene sentido.

-Yo no sé dónde está, de verdad -confiesa con toda seguridad y aprovecha para acercarse hasta el sofá.

-Mi padre me ha contado que la vio irse con Louis.

Andrea no sabe qué responder exactamente a eso.

-Entonces no debería preocuparse.

-¿Que no? -El chico se ríe-. La compañía es lo que más le desquicia.

-Tu padre es un poco... antiguo. Laia no tiene diez años y Louis no es ningún desconocido para él.

-Ya, ve y cuéntaselo tú a ver qué te dice.

La chica sonríe y se sienta en el sofá con naturalidad. Deja la mochila a un lado y continúa con la conversación.

-Si estuviese aquí, lo haría.

-Y está, ve arriba.

-Bueno, mejor no. -Se arrepiente de su valentía y él sonríe mirando la pantalla de su móvil.

-¿Sabes? -salta Sam tras un silencio-. Empiezo a pensar que vienes a verme a mí en lugar de a mi hermana.

La chica se queda muda por su comentario inesperado.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora