Pasadas las tres de la mañana, andan por la acera entre la oscuridad de la noche, en silencio, alumbrados por la luz de la luna y las farolas de la calle. A pesar de la hora y la ligera brisa que corre, es una noche más bien calurosa, esa sensación calurosa y pegajosa que llega a ser asfixiante. Están solos, o al menos durante ciertos minutos, cuando no circula algún coche por la calle.
-Ay... -se queja ella por sus tacones. Llevan toda la noche haciéndole daño y no había tenido tiempo para quejarse hasta ahora. Se imagina las ampollas que le habrán salido. Da dos pasos y ya no puede más, le duelen demasiado-. Voy a quitarme los zapatos.
Y no solo las heridas del calzado le hacen caminar con dificultad... Quizá se ha pasado con las bebidas.
Se saca los tacones con un pequeño quejido y una mueca de dolor, se agacha para cogerlos y se tambalea al levantarse. Se marea. La cabeza le da vueltas, y tiene mucho calor.
Louis la sujeta por el hombro para que mantenga el equilibrio y se queda mirándola fijamente, buscando sus ojos.-Laia, no puedes ir andando descalza hasta tu casa.
-Sí que puedo... -responde ella con los zapatos en la mano, demostrándoselo. No le queda de otra, porque se niega a pasar más sufrimiento. En su mente solo está rezando para no pisar nada extraño... y cuando piensa en algo extraño se refiere a caca de perro o un chicle derretido y de color ya marrón por la suciedad. Eso en el mejor de los casos.
-No sabes lo que puede haber en suelo, podrías hacerte daño -le insiste Louis.
-Me da igual.
Él resopla y, tirando de su brazo, hace que pare.
-Pues a mí no me da igual -le contesta él y, sin pensárselo demasiado porque quizá si lo hace se arrepienta, la sujeta por la cintura con ambas manos. Hace fuerza, la levanta en peso de un tirón y la obliga a encadenar las piernas a su cuerpo.
Laia no muestra resistencia, ni tampoco parece mostrarse demasiado sorprendida. En lugar de eso, le rodea el cuello con los brazos para sujetarse a él todo lo posible y se le escapa una risilla tonta.
-¿Vas a llevarme así? -Sonríe abrazándose aún más al cuerpo de su amigo, como si fuera un osito de peluche y ella una niña con miedo a la oscuridad, o a las pesadillas, o a los monstruos que pueden habitar bajo su cama. Porque así se siente, como una cría siendo llevaba en brazos hasta su casa.
-No pesas mucho.
La chica vuelve a reírse, esta vez de forma más escandalosa, y provoca una mueca en Louis. Frunce el ceño e intentaría buscar su mirada de nuevo para comprobar que está bien, pero entonces piensa que muy bien no puede estar, porque huele a alcohol, y porque soltó aquel comentario acerca de las canas del taxista, y porque está dejando que sea llevaba en brazos.
-No deberías beber si no estás acostumbrada -advierte Louis cargándola, sabiendo que es tarde para decirlo.
Mientras camina trata de ignorar el cuerpo de la chica pegado al suyo con ese vestido tan corto. Es tan corto que, debido a la posición, se le está subiendo y pronto se le verá más de lo conveniente.
-De alguna manera tendré que acostumbrarme.
El vestido se sube poco a poco, algunos coches pasan cerca y pueden admirar las vistas perfectamente, y Louis es consciente de ello. Por eso, desliza las manos por la espalda de Laia y tira del vestido hacia abajo, siempre evitando tocarla o rozarla por zonas por donde no debería. Sin embargo el gesto es en vano, ya que la tela vuelve a subirse al instante.Es resbaladiza y la posición en la que se encuentra es poco favorable.
-¿No tienes calor? -pregunta la chica de pronto, cada vez más pegada a su cuello. Desde luego es mucho más agradable que Louis la lleve en brazos que ir caminando descalza.
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfic• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...