Solo unos minutos. Unos pocos minutos más y todos serán libres. Ansiosos, todos comprueban sus relojes cada tres segundos y comparten miradas de cansancio y bostezos unos con otros cada cinco. Sin lugar a dudas, una clase de filosofía a última hora era mortal. La profesora ya entrada en años, apreciable en sus cabellos cortos y canos y en la piel caída y arrugada de su rostro, habla y habla como si realmente alguien estuviera prestándole atención. Son muy pocos los que escuchan sus palabras, entre ellos se encuentra Louis. No sabe por qué, pero escuchar a aquella simpática señora parlotear acerca del mundo, de la vida, del origen de las cosas y de las grandes incógnitas..., le gusta. Le parecen de lo más interesante sus charlas y es una de las pocas asignaturas que aprecia.
—Louis, ¿cuánto queda? —le pregunta Laia en un susurro, dándole un toque en el brazo.
Él mira su reloj rápidamente para contestar lo antes posible a su pregunta, la que ha formulado unas siete veces en la última hora, y le muestra el dedo índice. Un dedo implica un solo minuto, por lo que ese es el tiempo que durará la tortura para muchos, menos para él.
Laia por su parte recorre con la mirada el aula por un momento, fijándose en las caras de todos y centrándose especialmente en las que más le interesan. Ariana, que suele sentarse en la última fila, simula prestar atención a las palabras de la profesora cuando realmente ha colocado un libro en el interior de su cuaderno y está muy concentrada en la lectura. Laia sonríe mentalmente por una escena tan habitual en ella. Todos en el aula se dan cuenta de que lo hace siempre, mucho más en asignaturas tan pesadas como esa... Todos menos la profesora. Si realmente la mujer lo sabía, disimulaba bastante bien que era todo lo contrario.
Tras ella, Andrea apoya ambas manos en su cabeza mientras lucha por no permitir que sus ojos, de color verde intenso, acaben cerrándose. Incluso de vez en cuando da un pequeño respingo, evitando quedarse dormida por completo. Ante esa escena Laia no sonríe, solo pone los ojos en blanco en un gesto sutil. Si la afición a la lectura de Ariana no le sorprendía, la tendencia a dejarse dormir de Andrea tampoco lo hacía.
Al lado de la chica dormilona se encuentra Isaac, el rubito de la clase. Él pasa el tiempo de otra manera: haciendo garabatos sin sentido en la última hoja de su libreta con un bolígrafo de color negro con la tinta casi gastada. Aún así, no desiste y aprovecha hasta la mínima gota que pueda quedarle.
Ahora sus ojos cambian de rumbo y se dirigen hacia la otra esquina de la estancia, su esquina favorita y la que suele frecuentar visualmente. Ahí puede observar el, según ella, maravilloso perfil de Dylan Doyle. Y, el maravilloso perfil de Dylan Doyle, implica unos mechones de color rubio oscurecido que le caen de manera salteada por la frente, la curvatura perfecta de su nariz, sus labios ligeramente separados y las pestañas largas, moviéndose cada vez con más lentitud, posiblemente por el aburrimiento de la charla filosófica. Y todo eso, que para ella es "maravilloso", forma parte solo de su perfil. Cuando tiene la oportunidad de verle de frente y apreciar sus ojos grandes de color miel, ya el maravilloso no se eleva al cuadrado, sino al cubo.
De pronto, el sonido del timbre la saca con un tirón brusco de sus ensoñaciones, y la clase no tarda en inundarse de un bullicio ensordecedor por un segundos, mientras todos se apuran en recoger sus materiales en un tiempo récord, como si se les fuera la vida en ello. Entonces el aula se queda casi vacía con la misma rapidez. Solo la profesora y ellos dos permanecen allí todavía, tomándose con más calma el momento de recoger.
—Hasta mañana, chicos —pronuncia la señora Franz con una sonrisa amable, de esas de abuelita, y se marcha arrastrando su tan característico maletín verde con ruedas.
Louis cierra su mochila y se la coloca en un solo hombro, siendo el último en tener todas sus cosas listas para marcharse.
—Eres un lento —le regaña su amiga—. Nos hemos quedado los últimos por tu culpa.
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfiction• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...