CUARENTA Y SEIS

2K 184 26
                                    

—La necesito para las siete, por favor. Haced lo imposible. Os pagaré más de lo acordado —suplica por teléfono. El hombre que está al otro lado de la línea resopla. Si hay más dinero de por medio, hará lo posible.

—Haremos lo que podamos. Pero la próxima vez, asegúrese de avisar con más tiempo para encargar una tarta de esas dimensiones.

—Lo tendré en cuenta. ¿Habéis anotado la dirección?

—Sí, señorita.

—Muchas gracias.

Y cuelga. ¿Qué iba a saber ella el tiempo que se tarda en hacer una tarta?

Desde ayer por la tarde ha estado ocupada encargándose de todo. Habló con la madre de Andrea para que le dejase las llaves del salón y para que cancelara el pedido de la tarta que su amiga ya había hecho. La mujer ha accedido, agradecida por el gesto, y sin problema ninguno por ser cómplice de Laia y sus amigos. Se pasó por el lugar antes con la intención de hacerse una idea de lo que le esperaba. Ya tiene toda la decoración comprada, y con ayuda de su padre ha contratado a técnicos de sonido para una mejor instalación de altavoces y micrófonos. Todos los invitados ya están avisados para acudir media hora antes de lo previsto, así cuando ella llegue, se llevará una sorpresa. Sam también ha colaborado comprando más bebidas de las que ya Andrea había pensado. Quizá se ha excedido un poco con las botellas, pero, al fin y al cabo, ha cumplido. Ahora solo queda llevar todo lo que le falta hasta allí y dar los últimos detalles, que ya es bastante. Le pidió ayuda a Louis para hacerlo así que tendrá que esperar hasta que salga del trabajo.
Ya son las once de la mañana, pasadas, y ninguno de los cuatro amigos la ha felicitado. Así lo han acordado. Nada de feliz cumpleaños hasta la fiesta. Conociéndola, estará impaciente esperando, pero tendrá que fastidiarse. La espera valdrá la pena, está segura. Quería el mejor cumpleaños, y está colaborando en todo lo posible para dárselo. Su única preocupación es que la tarta esté lista justo a tiempo.

El sonido del timbre llega hasta su habitación en la planta alta. Sale de allí y se dirige a abrir. Le resulta extraño que alguien llame un domingo por la mañana. No suelen tener visitas.
Llega antes que Vicky a la puerta, sonriéndole por haberse adelantado. La mujer también muestra una pequeña sonrisa y regresa a la cocina. Estará cocinando, porque huele realmente bien. Al abrir, se topa con Louis de pie en el umbral, con las manos en los bolsillos de la chaqueta. Su cara dibuja una lenta sonrisa cuando la ve, al mismo tiempo que se aparta el flequillo con los dedos. ¿Qué está haciendo allí?

—¿No deberías estar en el trabajo?

El chico piensa unos segundos la respuesta que va a darle.

—Es que... me han dado el día libre —responde con firmeza, pero se le escapa una sonrisilla. Miente.

—No te creo. ¿Te han dado un día libre, sin más? —pregunta ella, incrédula. No cuela.

—Es por ser el empleado del mes.

La chica suelta una falsa carcajada y niega con la cabeza.

—Menos me lo creo.

—Haces bien... —murmura—. ¿Estabas ocupada?

—No cambies de tema. —Se apoya en el marco de la puerta cruzándose de brazos, esperando la verdad, como si de su madre se tratase—. Dime qué te ha pasado.

—Nada. —Se encoge de hombros, sin ninguna importancia—. Me han despedido.

—¿Cómo? —Sus ojos se abren de golpe—. ¿Por qué?

—Qué más da...

—¿Qué has hecho, Louis?

Él se ríe.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora