CUARENTA

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Una canción suena desde la mesita de noche. Laia lo oye, como una melodía lejana. La canción van sonando más alta paulatinamente y se da cuenta de que no es parte de sus sueños. ¿Son Maroon 5?
Louis estira el brazo de forma automática y coge su móvil, desactivando la alarma. Abre los ojos, despacio y, algo confuso, aparta los brazos que rodeaban a la chica y se queda observándola mientras sigue durmiendo.

—Laia... —susurra para despertarla, aunque le gustaría que siguiera allí, dormida sobre él.

Louis repite su nombre, y tiene más efecto: se remueve un poco, pero abrazándose más a él. El chico cierra los ojos, cogiendo aire lentamente, disfrutando de un momento como ese. Lo que daría por permanecer de esa forma mucho más tiempo.

—Tenemos que ir a clase. Despierta.

La chica niega con los ojos cerrados y Louis suspira. La rodea con los brazos con más fuerza y rueda con ella dejándola sobre el colchón, intercambiando posiciones. Le aparta el pelo de la cara y se queda lo suficientemente cerca de su rostro como para rozarla con apenas un movimiento. La analiza de cerca, sus ojos cerrados, las pestañas rozando sus mejillas, sus labios... todo. Hasta que finalmente se resigna y se aleja de golpe.

—Si en cinco minutos no te has levantado, volveré para levantarte yo —le advierte con diversión, aunque va totalmente en serio.

Ella no contesta nada y continúa acurrucada en las sábanas.

Se pone en pie, pasando las manos por su pelo ya alborotado. Anda descalzo hasta la puerta, gira la llave en la cerradura y sale de la habitación. Echa un vistazo al pasillo, buscando a su madre. Al fondo, la puerta del dormitorio está entreabierta y puede escuchar algunos ruidos. Eso significa que aún no se ha marchado a trabajar. Entonces cierra su puerta para que no se entere de que hay una chica en su habitación y se dirige a la cocina para desayunar.
Del armario saca los cereales que siempre toma por las mañanas y calienta una taza con leche. ¿Qué desayunará ella? No tiene idea... así que esperará a que se levante para preguntarle.
Vierte los cereales en la leche y se sienta en uno de los dos taburetes de la barra. Ha dormido bien, muy bien, pero nada más despertar y salir de la cama, los problemas vuelven a su cabeza.
Vuelven a ser amigos, o es lo que parece, y ese es un gran problema para él. No sabe si lo soportará. Lo hizo durante todos estos meses, cuando guardaba los sentimientos para sí mismo, pero ya que ella está al tanto, es más complicado. ¿Cómo actúa de ahora en adelante? Puede elegir dos caminos: seguir intentándolo ahora que lo sabe y buscar las posibilidades donde no las hay... O no hace nada al respecto, como si no hubiese pasado, y se limita a ser con ella lo que ha sido siempre, su mejor amigo.

—Buenos días —le dice Victoria con una sonrisa, acercándose a la barra. Deja una cartera de cuero sintético color beig sobre el mármol, se hace una coleta rápida en su pelo color chocolate y entra rodeando la barra, dirigiéndose a la cocina. Se para en seco antes de servirse el café que previamente había preparado y se queda mirando a su hijo, esperando una respuesta.

—Buenos días, mamá —contesta él cuando se da cuenta de que su madre esperaba la respuesta. La escuchó, pero seguía con la mente en otra parte.

La mujer sonríe satisfecha y continúa con su desayuno, mientras que Louis no puede evitar inquietarse un poco. Mira hacia el pasillo de reojo por si a Laia se le ocurre salir de la habitación justo en ese momento.

—¿Todo bien? —Vicky da un sorbo a la taza repleta de café con leche, apoyada en la encimera.

-Perfecto —responde Louis con firmeza y normalidad mientras termina con sus cereales.

La mujer apura su café y deja la taza en el fregadero.

—¿Puedes encargarte de eso? Voy justa de tiempo.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora