CINCUENTA Y NUEVE

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Toca en la puerta y afortunadamente es su madre con el delantal puesto quien le recibe.

-Has venido más temprano.

-Sí... Es que vamos a estudiar antes.

-¿Ah, sí? -La mujer frunce el ceño pasando las manos por el paño que cuelga de su delantal-. ¿Qué asignatura?

-Mates -se lo inventa en el momento. No le gusta mentirle pero tampoco le dirá nada sobre el asunto. Al menos no por el momento-. Necesito que me explique un ejercicio que no acabo de entender.

-Está bien... -No le convence demasiado, pero no hace más preguntas. Deja que su hijo pase al interior. Este echa un vistazo buscando a alguien por los alrededores-. No hay nadie. Solo está ella en su habitación.

-Ah. -Louis oculta su alivio y se dispone a subir.

-¿Cómo tienes la herida? -le pregunta su madre antes de que se vaya.

-Bien, bien. -Asiente-. Mejor.

El chico le sonríe y comienza a subir los escalones. Aún le queda bastante tiempo para que empiece su último partido antes de la expulsión temporal, pero no podía aguantar más en su casa. Quería verla cuanto antes.

Sus nudillos chocan suavemente en la madera, los nudillos de la mano que no terminaron magullados, pero no obtiene respuesta. Repite la acción, con el mismo resultado, así que decide abrir él mismo. Cuando dirige la vista al interior se la encuentra en medio de la habitación, por lo que parece se había levantado para abrir la puerta pero él se ha adelantado. Sus ojos azules van directamente a sus piernas desnudas. Las recorre de abajo hacia arriba hasta que tropieza con una tela oscura familar por encima de medio muslo. Es su camiseta, la camiseta que le dejó el día que pasó la noche en su casa. La chica se sonroja por haber sido descubierta con tan poca ropa, y para colmo es suya. Ella se ha quedado tan avergonzada como él.

-Perdona. ¿Estabas durmiendo? -Louis se pasa la mano por la nuca, incómodo, procurando que la dirección de su mirada no baje de su cara.

-No, no. -Ella niega sin mover un músculo, rígida en medio de la habitación. Hace un rato que se ha despertado pero había seguido en la cama. Tira de la camiseta con disimulo para cubrir sus piernas lo máximo posible. Solo lleva unas braguitas debajo de ella-. ¿Tienes partido?

Él asiente.

-¿Y no es pronto?

-Sí -contesta-, pero quería verte.

La chica sonríe.

-Yo... Prometo devolverte hoy la camiseta.

-Puedes quedártela, de verdad. Siempre y cuando te la pongas cuando estés conmigo.

-Vale -responde casi en un susurro.

No entiende por qué sigue dándole vergüenza estar a su lado. Se supone que siguen siendo ellos, que siguen siendo amigos a pesar de todo y que debería actuar con normalidad y soltura.

-Puedes sentarte -le ofrece sin saber qué otra cosa decir. Él accede y toma asiento en el borde de la cama. Ella se lo piensa un poco y finalmente decide sentarse en la silla giratoria en lugar de la cama. Quizá sería más oportuno ponerse algo que le cubra antes, pero lo cierto es que le da vergüenza decirle que espere allí mientras se viste.

Louis suelta una risilla al ver que se sienta alejada de él. Se peina el flequillo con los dedos y decide empezar una conversación ya que ella no parece muy dispuesta.

-¿Qué tal con tu padre?

-Bien. -Sonríe y se corrige-. Mal.

-¿Por qué no quiere que...?

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora