Ya debe quedar poco para las cinco, lo que significa que Dylan llegará de un momento a otro. Espera que no se pierda, o acabe tocando en otra casa que no sea la suya. Su padre ya está al tanto de que vendrá para hacer el trabajo, ella se lo hizo saber para evitar las preguntas luego.
Lo cierto es que está inquieta, no nerviosa e impaciente como creyó que se sentiría si alguna vez se viese en una situación así con él. Ahora mismo, Laia termina sus ejercicios de matemáticas sobre el escritorio. Ese hombre siempre mandando tarea para hacer en casa, siempre, y entonces el timbre suena. Tiene que ser él.Se pone en pie y corre hasta el piso inferior. Ni se ha cambiado de ropa, sigue con la que llevó a clase, y se ha quedado en calcetines. Aunque sí se ha arreglado un poco el pelo y ha ordenado su escritorio. Del resto de la habitación se ha encargado Victoria esta mañana. Tras un breve suspiro, abre la puerta.
-Hola.
Está más guapo, más alto, más rubio y más todo.
-Hola. Pasa. -Le hace un gesto con la mano y el chico entra en la vivienda.
-Vaya casa -dice echando un rápido vistazo por el interior.
Laia sonríe por el comentario.
-Desde fuera parece grande pero, viéndola desde dentro, es enorme.
El chico parece sorprendido y admirado.
-No sé si eso es una ventaja o un inconveniente.
Dylan no comprende cómo puede decir que tener una casa como aquella puede ser un inconveniente así que se queda mirándola, a la espera de una explicación.
-Bueno... Más metros cuadrados, más espacio para evadirse cada uno por su lado.
Esa respuesta no le aclara demasiado.
-Da igual -se rinde ella-. ¿Quieres algo de beber?
Él niega, sonriendo.
-¿Seguro? O de comer, tal vez. Pide lo que quieras que seguro habrá.
-No, de verdad. Ahora mismo no me apetece nada.
La chica insiste de todas formas, porque piensa que quizá solo se niega por vergüenza.
-Bueno, entonces ven y cogemos algo para después.
Laia se encamina a la cocina y Dylan la sigue de cerca.
-He traído mis cosas de francés. Sé que tú también lo tienes, pero me sentía raro viniendo con las manos vacías -explica él señalando la mochila que lleva en la espalda.
Ella le sonríe y le dice que no hacía falta. Abre la nevera y le quita dos latas de refresco a su hermano. A veces le preocupa la adicción que tiene Sam a la Coca-cola.
-¿Para comer?
-Creo que con esto es suficiente -dice Dylan sosteniendo la lata.
-Vale... -Ella no periste másy cierra la puerta del frigorífico.
Cuando se dan la vuelta para salir, un chico aparece de la nada y saluda. Tiene una estatura media, el pelo rubio muy claro y rizado. A simple vista, diría que pasa los veinte años con creces.
-¿Y tú quién eres? -le pregunta Laia. Es la primera vez que lo ve, y está entrando en la cocina de su casa como si fuera la suya propia.
-¿Yo? Logan. Encantado. -El rubito mira a la chica de arriba a abajo y le dedica una sonrisita.
-¿Qué haces aquí? -insiste ella.
-Soy amigo de Sam. Tú eres Laia, ¿verdad?
-Sí... ¿Te conozco?
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¿Y si te digo que te quiero?
Fanfiction• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...