—Laia —espeta sacándola del trance—, llevas como diez minutos removiendo la cuchara. El zumo terminará mareado.
—Ya, ya... —murmura parpadeando varias veces y deja de darle vueltas a la cuchara—. ¿Crees que debería hablar con él?
Andrea suspira rodando los ojos. No entiende por qué a su amiga le cuesta tanto decir sí simplemente.
—¿Te gusta? ¿Te importa? ¿Le quieres?
Toma como respuesta afirmativa el silencio de la chica.
—Pues entonces estás tardando.
Laia observa su móvil sobre la mesa, sin saber qué hacer. Haberle contado todo a Andrea no le ha servido de mucho. Lo coge y marca el código de desbloqueo. Descarta una llamada inmediatamente, no está preparada para escucharlo. Será mejor un mensaje. Bebe un poco de zumo antes y prepara mentalmente lo que va a escribirle. Pasan los segundos y sus dedos se mantienen inmóviles, aunque ligeramente temblorosos.
—¿Qué le digo?
Andrea levanta la vista masticando un trozo de bocadillo. Parece que ya ha dejado la dieta.
—Que estás enamorada de él —contesta con la boca llena. Termina de masticar y se ayuda del zumo de Laia para tragar la comida.
—No estoy enamorada de él, Andrea. —La mira con ligera diversión por su educación a la hora de comer.
—Pues yo creo que sí —insiste—, lo que pasa es que tu mente quiere tomarse más tiempo para aceptar lo que tu corazoncito ya sabe.
—Mi "corazoncito" no sabe nada, y ese es el problema.
—Mentira. —Andrea sonríe y pega otro mordisco al pan—. Mira, lo primero que debes hacer es disculparte. Y no seas tan insensible como para hacerlo a través de un mensaje.
Laia presiona los labios porque tiene razón.
—Pues entonces lo llamo.
Andrea se ríe negando con la cabeza.
—Le rompes el corazón, una y otra vez, no viene a clase solo para evitarte y tú crees que con una llamada lo solucionarás todo. Vete con él, búscalo, y hablad a la cara.
—¿Crees que esto es una película?
La chica del pelo rosa se encoge de hombros, recostándose en la silla de la cafetería. Laia continúa pensándose si marcar su número o no. Lee su nombre en la pantalla varias veces, nerviosa. Hasta que el aparato desparece de su vista por arte de magia.
—¿Qué?
—Ya sabe dónde tiene que recogerlo. —El profesor de matemáticas se lleva su móvil con una sonrisa burlona.
—¿Otra vez? —Resopla de brazos cruzados.
—Sabes que no están permitidos en el instituto. —Andrea le medio sonríe—. Hasta el profesor sabe que una simple llamada no es lo mejor que puedes hacer.
—Calla —le advierte reteniendo su enfado. Encontrarse con su padre es lo menos que le apetece pero tendrá que hacerlo si quiere recuperar su iPhone.
***
—No es la primera vez que estás aquí por el mismo motivo.
—Ya lo sé.
Jeremy le devuelve el móvil sin ningún problema y sin ninguna pregunta al respecto, aunque ante el silencio dentro del despacho entre ambos le lleva a curiosear.
—No lo entiendo. ¿Con quién quieres hablar durante el horario de clases? Se supone que tus amigos están aquí ahora.
Se supone.
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¿Y si te digo que te quiero?
Фанфик• ¿Qué se puede pedir cuando siempre te han dado prácticamente todo? Pues cariño, tal vez. • Unos padres con recursos han hecho que Laia no tenga que preocuparse por nada en la vida. Parecen la familia perfecta, pero ni se acercan. Creen que se lo h...