Le había prohibido a Mab que le abriera la puerta a todo el mundo. Se había empeñado en pasar el día encerrada en su casa—o más bien en su taller—, con la idea de despejar la cabeza. Por supuesto, sin éxito. Se conocía demasiado bien, antes puede que funcionase, cuando podía concentrarse en el trabajo; ahora, en cambio, su mente no lo conseguía ni aunque pasase horas intentando enfocarse.
Estaba sola en la habitación, repasando el último boceto que había hecho del reloj. Porque no había conseguido quitárselo de la muñeca y fingir que no le importaba lo que sucediera en el pasado. Paula y Mario le importaban demasiado. Y si lo hacían ellos, también lo hacían los demás. Siguiendo el hilo acababa pensando en la guitarrista. Al mismo tiempo, si pensaba en quitárselo, lo hacía porque recordaba lo que le había dicho Eider. Si las palabras resonaban en si mente, traían de vuelta la cagada, el beso.
Volvió a escuchar a Artemis maullar tras la puerta cerrada, reclamando su presencia. Su gata la echaba de menos, estaba acostumbrada a pasar mucho tiempo con ella. Ella también se había visto tan sola como su dueña.
No le abrió. La dejó maullando, esperando que se cansase como llevaba sucediendo ya casi tres días.
—Veamos, si reconecto... —dijo para sí apuntando en una de las pantallas—... se recalibra... entonces...
Desmontó el reloj, como ya había hecho en varias ocasiones, dejándolo esparcido por la mesa separado por varias piezas. Se colocó las gafas y activó la amplitud visual. Con unas pinzas, cogió una pieza diminuta, que ella misma había fabricado, y se la insertó al mecanismo temporal. Sacó la lengua ante el esfuerzo de volver a montar cada parte del reloj, que no es que fuesen pocas. Dejó el diminuto destornillador que había utilizado sobre la mesa, al mismo tiempo que los maullidos de Artemis cesaban.
Era la décima vez que probaba su teoría. Necesitaba poder quedarse en el pasado más allá de las doce. Nunca sabía si podía necesitar saltar de madrugada, porque ser de utilidad era posible a cualquier hora del día y de la noche, por supuesto.
—Lunes 7 de febrero de 2107. Prueba de fase medianoche número diez—grababa su voz en el diario electrónico—. El reloj funciona como siempre después de haberle añadido la pieza en cuestión. Da la hora correctamente, el táctil funciona, la pantalla inferior permite introducir una fecha y hora adecuadas. Voy a introducir la fecha 7 de febrero de 1987, hora las 02:27 minutos.
Esperaba que funcionase. En esta ocasión, Alba tenía la corazonada de que lo haría. Después de tantas pruebas y dos días enteros encerrada poniendo toda su atención en ello, no esperaba menos.
Cuando apretó la pantalla, no funcionó. Seguía sin dar con el problema. Resopló frustrada. Al pasarse las manos por la cara, se subió las gafas hasta la cabeza.
—Prueba fallida... una vez más.
Bufó. Apagó el diario de su pulsera y se dejó caer sobre la mesa. Le dolía demasiado la cabeza como para continuar. O quizá se estaba rindiendo sin saberlo.
La vibración de una llamada la hizo mover la cabeza. Volvió a su posición anterior cuando vio que era Julia. Otra vez. No tenía cuerpo para escucharla. Ya sabía lo que le iba a decir. Como si ella misma no lo supiera ya.
—Alba, disculpe que la moleste.
—Ya te he dicho que no quiero ver a nadie—recriminó a su robot a través del comunicador de la puerta.
—Lo sé, pero tiene que comer algo. Es casi la hora del almuerzo.
—Haz lo que quieras y me lo traes aquí.
Los pasos metálicos del robot se alejaron, sustituidos por el sonido de las patitas de Artemis, que volvía a la carga.
La dejó pasar. Su laboratorio no era como el de su padre, aunque podía pecar del mismo desorden, ella al menos no dejaba los objetos puntiagudos por todas partes. Artemis no tardó en frotarse contra sus piernas, esperando a que a cogiese en brazos. Estaba tan mimada. Era la única compañía de la que Alba se había rodeado los últimos dos días. —Una orgánica al menos. Mab, al ser un robot, no contaba como tal—. La pocas veces que la había dejado entrar, claro.
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Garito temporal
Fiksi PenggemarUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc