Todavía notaba el calor del casco que siempre le dejaba Natalia cuando iban juntas en su moto. Quizá fuera porque la calefacción estaba a tope en pleno octubre. Un mes de octubre tan distinto a los del siglo XXII. Tantos años aterrizando en aquel siglo y todavía no se acostumbraba al cambio de temperatura. El caso es que el estudio donde los Lightning llevaban grabando sus últimas canciones, estaba en Guadalajara, en una casa fría de dos plantas. Habían sido las últimas en llegar allí—culpa de Alba y su impuntualidad—, por lo que cuando entraron, la banda y Sabela ya estaban dentro. De hecho, quien les había abierto la puerta había sido la manager.
—No quiero que te asustes, pero la letra es... un poco dramática—le explicaba Natalia, sentada en uno de los dos sofás del amplio estudio. Le hablaba sobre una canción que había empezado a componer justo cuando rompieron, en ese limbo en el que estuvieron ambas.
La habitación, que no era otra cosa que el sótano de la casa, estaba separada por un cristal doble como aislante acústico. En un lado, todas las mesas de mezcla, el sillón del productor y los dos sofás; al otro, un par de micrófonos, varios instrumentos y un suelo repleto de alfombras. Las paredes no se veían al estar escondidas tras unas cortinas de un color marrón demasiado oscuro.
—Eso significa que la has escrito tú.
—Sí. A ver, la empecé cuando cortamos y luego le di un toquecillo, la terminé... Aunque no he podido quitarle el dramatismo—se excusó, arrugando el rostro.
—No te preocupes—la tranquilizó—. Ahora estamos genial.
Aunque yo a veces, más de las que me gustaría admitir, dude mucho y me acojone.
Natalia sonrió, alegrando el semblante. Aunque todavía la notaba inquieta sentada a su lado. Buscó su mano y la llevo a su propio regazo para esconderla entre las suyas, tras dejar un beso en sus dedos unidos.
El resto de la banda, charlaban sobre los conciertos futuros muy animados. Sabela garabateaba algo en su agenda, en silencio. Del dueño de la casa no había rastro. Lo cierto era que, desde que había puesto los pies allí, la había invadido la curiosidad. Era como un fantasma. Ni siquiera les había abierto la puerta, al entrar sobre las mesas auxiliares colocadas a un lado de ambos sofás, había preparados dos termos de café y bajo esta una nevera portátil como las de los hoteles. Alba no tuvo que imaginar que había cervezas, S y Jorge estaban cerrándolas con un par de botellines en la mano cuando ella entró en la estancia.
—Oye, nunca me has hablado sobre vuestro productor—susurró.
—Ah. Tú tampoco has preguntado.
—Es bastante misterioso, ¿no? Quiero decir, no hay ni rastro de él, Nat. La puerta nos la ha abierto Sabela. ¿Es un fantasma?
—Creía que eras una chica de ciencia—comentó con sorna.
—Los fantasmas existen—aseguró.
—Bueno, es...
—¡Gregorio!
Alba dio un respingo cuando María clamó aquel nombre. En la puerta, un tipo de estatura baja, con gafas y el pelo a lo Beatle, mostraba una sonrisa cándida. Estaba perfectamente afeitado, llevaba un polo de color blanco y unos vaqueros Levi's.
Pues descartamos la teoría del fantasma.
—Perdonad la espera. El veterinario no paraba de darme indicaciones por teléfono. Tara estaba peor con los dientes y no sabía qué hacer.
—No te preocupes, ¿lo tienes todo? —inquirió Sabela, agitando su vaso de agua con limón.
—Sí, sí... Los de Travels van a flipar, eso os lo aseguro... Oh, tú debes de ser Alma—reparó en la viajera.
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Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc