Lo llevo clarinete

3.5K 291 42
                                    

Otra noche de sábado daba inicio en uno de los garitos más famosos entre el colectivo lgtb en el barrio de Chueca. Las calles estaban más abarrotadas que nunca con motivo de una semana cultural, que finalizaba al día siguiente, domingo, a las 00:00. Poco importaban las redadas o las quejas de los vecinos, no había podido prohibir las fiestas, que se habían organizado, completamente legalizadas.

El reloj digital de Alba marcaba las nueve y dos minutos cuando apareció por la acera en dirección a su destino, como cada sábado. Había dejado el coche bien aparcado a tan solo una calle de allí, dado el poco espacio de maniobra que había aquella noche. Una noche que parecía que no iba a llegar nunca. Su semana había pasado más lenta que un caracol derrapando. Las clases la habían mantenido ocupada, las quedadas con sus amigos también, pero no lo suficiente. Pues no conseguía apartar de su mente el encuentro con Natalia.

Después de apoyar la cabeza en la almohada la madrugada del domingo al llegar a casa del concierto, se arrepintió de haberle seguido el juego así. Es más, se fustigó con uno de los cojines que tenía al lado, por haber sido tan tonta. Las reglas eran simples: nada de cruzar la línea, nada de acercarse demasiado a las personas, volver antes de las doce. Había roto la segunda permitiendo que Natalia averiguase su nombre, porque estaba segura de que lo había hecho. Era demasiado sencillo.

Permitiendo que tontease con ella.

Sin embargo, a pesar de todo eso, había regresado, fiel, al garito para el concierto de los Lightning. Ataviada con un vestuario más acorde al lugar, no evitó algunas miradas. Se removió los tirabuzones que se había hecho hasta tapar la mitad de su cara, la que estaba más expuesta. Estar justo debajo de la luz de las pocas farolas que iluminaban la larga cola, no era de mucha ayuda. Por suerte avanzaba rápido y pronto se vio otra vez en la penumbra. Una polilla, que seguía la luz, revoloteaba alrededor del alumbrado, dejando embobada a nuestra protagonista. Podía ver, al fijarse con detenimiento, la enorme tela de araña que decoraba desde el palo a uno de los cristales la farola. Posiblemente, la polilla no tardaría en caer en la red si seguía acercándose tanto.

- DNI – exigió el portero de la puerta.

- Nunca me había pedido el dni, vengo cada semana. Te conoces mi cara – se señaló con indignación.

- Lo siento, normas del local.

- Oye, si no vas a pasar, sal de la cola.

- ¡Eso, tronca!

Toda la gente tras ella comenzó a quejarse. La pareja siguiente a entrar le dio un empujón haciéndola a un lado para darles el dni al gorila. Y así lo hicieron cuatro más, mientras ella, de brazos cruzados los veía pasar sin poder hacer nada.

No llevaba el dni encima. Había tenido ese problema solo en una ocasión, pero consiguió solventarlo con dinero. Ahora ambas eran imposibles. La semana anterior casi no entra por no encontrar aparcamiento; ahora el portero no le permitía el acceso por no presentar el dni. ¿Qué le esperaba la siguiente?

- ¿Todavía sigues aquí?

- Déjame entrar – pidió sin éxito.

- Mira, si no eres mayor de edad, por mucha ropa o maquillaje que te pongas no vas a engañarle – rio un chico rapado chocando su puño con el portero sin mostrar el dni.

- ¿A él sí?

- Es colega – respondió devolviendo el carnet a una chica más baja que ella completamente cubierta de negro.

Ah, claro, el enchufe. Cómo lo detesto.

- Por favor, el concierto empieza en un cuarto de hora – le casi suplicó.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora