Os recomiendo escuchar las canciones que pongo.
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Llevaba acudiendo esporádicamente a aquella clínica en compañía de Natalia desde hacía un año, pero era la primera vez que se topaba de frente con aquel tifón de mujer que encontraron en la habitación. Normalmente no había ni un alma salvo la enfermera que estuviera de turno. Por eso encontrársela fue para Alba toda una sorpresa.
—Señora Valenzuela ya le he dicho que...
—¿Cuánto llevan viniendo estas muertas de hambre aquí? ¿Dejan entrar a cualquiera en esta clínica? —volvió a brotar contra la pobre enfermera que no tenía culpa de nada.
—Ya le ha dicho quiénes somos—dijo Alba con la mandíbula apretada. Se contuvo de acercarse a ella porque Natalia la tenía agarrada del brazo.
—Una cantante y su manager. Qué cosas.
—Si vengo a ver a su hijo es porque lo encontramos tirado en un pasillo del teatro al final de uno de los conciertos de mi grupo.
En realidad, las visitas a Rodrigo eran para controlar que no despertara. Para que Alba pudiera estar segura de que no iba a entrar de nuevo en aquel juego sucio con sus tejemanejes y poder respirar la tranquilidad que merecían. Ella y sus tatarabuelos.
—Así que tú eres una de los culpables de que a mi hijo le dieran ese mal que tantas vidas de ha llevado—La enfermera tuvo que agarrar a la madre de Rodrigo para que no se abalanzara contra Natalia.
—Señora, tengo que pedirle que se calme y...
—Yo no soy culpable de nada; su hijo se metió lo que fuera solito.
Eran pocas veces las que Alba había visto a la punk plantarle cara a alguien. Natalia imponía por su altura y por el semblante serio que siempre lucía, pero en realidad era como un cervatillo dando sus primeros pasos. No solía meterse en problemas y respetaba todas las normas. Salvo cuando se metían con los suyos, que era cuando mostraba las uñas si hacía falta.
—Mira, hija de...
—¿Qué sucede aquí? Sofía, ¿y este alboroto?
El médico que atendía a Rodrigo—aquel que se saltó la confidencialidad de su paciente—había entrado en la habitación siguiendo los gritos.
—Nada, Doctor... estaba... La señora Valenzuela ha venido a ver a su hijo y la señorita Lacunza también y...
Pobrecilla. Ella solo hacía su trabajo y se había visto envuelta en una batalla sin apenas pestañear.
—No te preocupes. Si has acabado puedes ir a tomarte un café. Te lo has ganado.
A ambas no les pasó desapercibida la mirada de babuino que le echó el médico a Sofía al pasar por su lado. De haber estado solo y menos cabreado por el alboroto, seguro que sus ojos no se habrían apartado del culo de la enfermera hasta que no hubiera salido del pasillo.
—¿Tengo que recordarles que esto es un hospital?
—Doctor, estas dos piltrafas se han colado aquí. Si no quiere que demande a la clínica prohíbales la entrada de por vida.
—Señora Valenzuela, estas dos señoritas llevan meses viniendo a ver a su hijo. Me consta que la señorita Lacunza se preocupa de verdad por él. No por nada su hijo era fan de su grupo.
Alba tuvo que morderse los carrillos para no reírse ante las afirmaciones del médico. Nadie, más que su madre, se preocupaba de verdad por el desgraciado que llevaba un año en coma. Aunque hasta aquel día, Alba pensaba que nadie iba a verle. Ahora veía que de tal palo tal astilla. Esa mujer no podía ser otra que la madre, eran idénticos.
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Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc