Se escurrió entre cuerpos, retrocediendo poco a poco hacia atrás, alejándose del tumulto que había provocado Rodrigo con sus ganas de zurrar a Mario. Necesitaba llegar al baño, el único sitio que posiblemente estaría ahora desierto. Con suerte, alguno de los camareros habría echado a los pocos adictos que se encerraban ahí a meterse de todo. Las luces apenas iluminaban algo mientras se arrastraba, esquivando cuerpos que ya se dirigían a la salida esperando poder ver la pelea. Se llevó la mano a la muñeca para encender la luz del reloj y poder ver el tiempo que tenía. 23:37. Recapituló todo lo que había pasado en el rato que había ido desde el final del concierto a ahora, al tiempo que se metía en uno de los dos cubículos del baño de chicas. Como se esperaba, estaba desierto. Tenía vía libre para actuar sin ojos indiscretos. De todas formas, necesitaba asegurarse por completo, por lo que bajó la tapa del váter para subirse encima y echar un vistazo al contiguo. Salvo un par de jeringuillas y papel tirado por el suelo, no había nada más preocupante.
—Bastarán unos diez minutos—susurró para sí, bajando de la taza hasta el suelo pulsando otro de los botones de su reloj. El del lateral izquierdo, en color plateado. Lo pulso las cinco veces que eran necesarias, hasta que la pantalla se desencajó como siempre y reveló la pantalla interior oculta. La luz cambió a una verde mientras introducía la hora calculada: 23:20.
Estaba a punto de pulsar el enter cuando unos golpes en la puerta la hicieron brincar en el sitio.
—¿Alba? ¿Sigues aquí? Te he visto entrar hace un minuto.
En una situación normal, no le importaría que Natalia apareciera en escena. Pero no lo era. Tenía que pulsar la pantalla del reloj y retroceder hasta esa hora para evitar que Rodrigo viera a Mario con Paula.
—Alba, ¿estás bien? —los golpes, su voz insistente y preocupada. La vio arrodillarse en el suelo, a pesar de la plasta de mugre que en él había, y se vio forzada a devolver su reloj al estado corriente y moliente de siempre.
—¡Nat, no hagas eso! Fingió cerrar la tapa del váter justo cuando los ojos de Natalia se colaron por la rendija de la puerta.
—Perdón, perdón.
Mierda. Las doce menos veinte pasadas, a estas alturas Rodrigo ya habrá zurrado a Mario. Joder, tengo que salir de aquí y enterarme de lo qué ha pasado.
Abrió la puerta con los nervios a flor de piel, casi llevándose a Natalia por delante, que no tuvo tiempo de apartarse cuando el torbellino salió del cubículo. Alba recorrió la sala del garito ya vacía, con Natalia pisándole los talones y gritándole que la esperase. Con lo largas que tenía las piernas en comparación, no la alcanzó hasta que nuestra protagonista se detuvo para salir a la calle.
—¿En serio estás bien?
—Si, ha sido solo...
Había una pequeña multitud en la acera, a pocos pasos de la puerta, a la altura de los posters de grupos que decoraban la pared de ladrillo. No conseguía ver nada.
—¿Te hacías caca?
—Natalia, ahora no—contestó seca, poniéndose de puntillas para tratar de ver algo.
—Oye, ¿qué ocurre?
—Se iban a pegar dos chicos... Por Paula—Natalia frunció el ceño, llevando su mirada al mismo sitio que la de la rubia.
—Joder, por eso han salido más rápido que de costumbre tras acabar. Lo que le gusta a la gente la jarana.
A lo lejos, puede que a unas manzanas cercanas, se escuchaba la sirena de un coche patrulla.
—Parece que se están dispersando—observó Natalia—Deberíamos irnos nosotras también. Hace mucho que no hay una redada, pero puede que con el chivatazo de una pelea aprovechen.
ESTÁS LEYENDO
Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc