Las navidades estaban pasando a un ritmo vertiginoso. La carrera entre recabar la información para llegar al fondo del problema que le había surgido; competía en una contrarreloj con el paso de los días. Dicho problema, por mal que sonara, era Eider. Porque era una figura en el tablero con la que no contaba. Tenía todas las figuras desplegadas, listas para las tácticas, iba ganando la partida. Hasta que irrumpió la residente con esa conocida sonrisa en mitad de una de esas tácticas, colocándola en un callejón sin salida. Obligándola a pensar por primera vez desde que todo comenzó.
El 4 de enero, a dos días de que acabasen las fiestas, Alba seguía sin estar completamente segura de si podía volver a hacer vida "normal" en 1985. Las preguntas de Eider a su madre, no estaban siendo satisfactorias. Porque la residente no le veía importancia—al menos no la misma que ella—a descubrir a esa mujer misteriosa con la que compartía apellido. Tenía curiosidad, pero no la que sería capaz de matar al gato de refrán. La curiosidad de Eider era más una lectura por encima. Su madre, o mami como acostumbraba a llamarla, había dicho que preguntaría a su padre y así sucesivamente hasta llegar a aclarar la conexión—o no—con Natalia.
De eso había pasado ya varios días. Desde la noche del 31, que Eider pudo celebrar con su familia al no tener, la milagrosa suerte, que trabajar. Y seguía sin saber nada útil.
El tiempo que había pedido indirectamente a Natalia, se estaba agotando.
Seguía esperando una llamada que no llegaba. Atenta a que sonase el tono de su pulsera con buenas noticias. Con la cabeza más centrada en eso que en el trabajo o en las clases.
Tras casi tres semanas sin viajar al pasado, Alba notaba que se había acostumbrado a vivir entre dos mundos. El suyo, con su familia, las prácticas, la carrera, Julia y sus inventos; y el creado a partir de mentiras en 1985. Se había habituado a escapar del presente, cobijándose en el pasado. Un pasado que ni siquiera era el suyo, que estaba a demasiados años de separación del presente. Un pasado al que no pertenecía. Un lugar, un tiempo, una vida, a la que se había acomodado en apenas unos meses.
Se estaba enamorando—quizá ya lo estaba—de una chica de hacía dos siglos. Le gustaba estar con ella, buscaba revivir una y otra vez el último domingo juntas. Sabía que estaba mal, volvía a pensar como la Alba que no quería dejarse llevar y meterse en un lodazal del que no podría salir. Era consciente, y con todo, deseaba volver con ella.
—Tú qué harías, ¿Artemis? —le preguntó a su gata, que la miraba acomodada sobre su pecho.
Le mordió la nariz y se le quedó mirando con sus ojos bicolor.
—Lo que pensaba, soy estúpida. Gracias, Artemis. A veces pienso que me entiendes.
Un maullido y un gigantesco bostezo fue todo lo que obtuvo.
—Perdona por aburrirte. Supongo que es mejor no molestar a su majestad y dejar que me siga usando de almohada. ¿Soy más cómoda que el césped? —cuestionó palpando la hierba a su alrededor.
Artemis había cerrado los ojos y no se movió más que para respirar. Su lomo subía y bajaba sobre el pecho de Alba. Mirándola bien, se fijo en que había crecido bastante desde que la había encontrado bajo el capó de GH79. Ya no era una bolita de pelo rayada, ahora era una bola. Estiró el cuello para dejar un beso sobre su hocico. La gata se enroscó todavía más sobre ella.
—Qué suerte tuviste de que te encontrase. Tú no lo sabes, pero eres la mejor compañera del mundo mundial. Por más infantil que suenen esas palabras—rio acariciándole el lomo—. A lo mejor la que tuvo suerte fui yo.
Volvió a dejarse caer en la almohada verde y suave sobre la que estaba acostada, dejando que el viento pasara a través de ella, removiera la hierba a su alrededor y se marchase para volver al cabo de unos segundos. El cielo estaba completamente despejado, de un azul potente. Varios pájaros pasaban rozando las nubes imaginarias y desaparecían de su campo de visión. Hacía calor, pero ella sentía frío. Veía muy negra la situación.
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Garito temporal
FanficUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc