Castillo de naipes.

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El calor llegó antes de lo que Alba esperaba. Sin comerlo ni beberlo, llevaba cerca de seis meses saliendo con Natalia. Los seis meses más cortos de su vida. Seis meses, casi dos estaciones, un cambio de armario... y parecía toda una vida.

Pero no solo iba bien para ella. Después de dos citas más, tras la pasada en el Retiro, Paula y Mario también empezaron una relación. La batuta la llevó la joven, tal como vaticinó Alba. Oculta todavía para sus padres, los cuales seguían con la misma idea en mente: casar a su hija a toda costa. Les salió fatal. Al segundo mes de decir que pensaba marcharse, Paula cumplió con lo dicho y se largó de casa de sus padres. Lo hizo después de encontrar un trabajo en la sección de perfumería del Corte Inglés. Compartía un piso céntrico con dos chicas más.

En cuanto a los Lightning, llenaban todos los conciertos que anunciaban. Se estaban haciendo bastante conocidos dentro de la movida y no les faltaban entrevistas o sesiones de fotos. Tampoco les sobraba el tiempo, tan ocupados en cumplir con el contrato de la discográfica. Su primer EP había salido hacía tan solo dos meses, llegando a petar las recién estrenadas listas.

Aunque no todo era bueno, pues S no se quitó de las drogas con tanta facilidad. En cuanto les vino encima la primera ola de fama, sus amigos buscaron ayuda profesional para él y volvieron a estar encima el tiempo que hiciera falta. Darle al rapado la oportunidad de engañarles de nuevo, no entraba en los planes del grupo.

Ahora estaba más calmado, pero todos eran conscientes de que el riesgo seguía ahí, porque la vorágine a la que estaban expuestos, acentuaba el problema del bajista. Ninguno quería que aquel torbellino volviera a atrapar a su amigo, que lo hundiera en las profundidades o lo lanzase tan lejos como para no poder ayudarlo. Por ello, recibía ayuda profesional.

—A ver, un minuto de atención—hizo sonar las palmas Sabela, llamando la atención de todos—. Esta sesión es muy importante. Por no hablar de la entrevista que os van a hacer. Saldréis en todos los televisores de este país. Os quiero centrados, sin soltar demasiadas palabrotas—su mirada recayó en S— y que os lo paséis fetén. Que, al fin y al cabo, es lo importante.

—Sí, Sabela—respondieron todos.

—Alba, tú no hace falta que contestes—le dijo con una carcajada.

—Perdona, has proyectado tanta energía que me he visto contagiada.

—Eso es que hace bien su trabajo. Por Sabela, la mejor manager—levantó su cerveza Jorge.

—¡Por Sabela!

Les faltó levantar a la joven, que se libró por los pelos cuando uno de los regidores vino a buscarla al camerino.

—Alba, no te vayas—se quejó la punki cuando fue a levantarse de su regazo, abrazándola más fuerte desde atrás para volver a pegarla a su pecho. El sofá de cuero sobre el que estaban, sonó como un pedo al moverse—. Aquí podemos estar así, porque no nos ve nadie. Quitando a los pinflois que tengo como amigos...

—Te hemos oído, larguirucha—gritó María al otro lado de la habitación, con la boca manchada de salsa de queso.

—¿No puedo ir al baño tampoco?

—Si no es conmigo, no.

—¡Nat! —le tapó la boca por si alguno lo había oído.

—Si no se enteran de nada, boba.

—Eso es lo que tú te piensas, boba. Venga, déjame o te meo encima.

Natalia la liberó de sus brazos entre pequeñas carcajadas, que incrementaron y a las que se unieron los demás, cuando resbaló antes de cerrar la puerta atolondrada.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora