Vieja.

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A pesar de haber dicho que se marcharía después de prepararle el baño, acabó por hacerlo pasadas las nueve y media. Le preparó la cena, la ayudó a meterse en la cama, dejó el bote de pastillas en la mesilla de noche y una botella de agua. Se aseguró al menos cinco veces de que estaba bien antes de irse.

Cuando regresó, Mab ya estaba desconectado y cargándose en su rincón. Lo bueno de tener un robot como única compañía—además de una gata—es que no le daba explicaciones a nadie de su paradero. Al marcharse de casa fue lo primero que notó. Tras tantos meses creando coartadas para sus viajes en el tiempo, con los últimos sintió un alivio al pisar su solitario piso. Incluso Artemis dormitaba sobre su cama. Seguramente estaría un poco arisca al despertar por haberla abandonado tan repentinamente.

La hizo a un lado, con cuidado de no molestarla demasiado, y se metió bajo las sábanas. Recién lavadas, pues olían a suavizante. Sin embargo, no conseguía pegar ojo. A su oscura retina llegaban flotando retazos de la breve visita—o al menos, al principio iba a serlo—que le había hecho a Natalia. No dejaba de pensar en su propuesta de ser amigas, de los riesgos que eso conllevaría a la larga. Y en la actualidad, claro. No dejaba de recordar el tacto de la piel de la guitarrista, de cómo sus dedos—llenos de callos—habían rozado su mano sobre el bol de fruta. Tampoco se quitaba de la cabeza el color tan cálido de sus ojos al abrirlos después de la mini siesta a causa de la fiebre, al verla a ella cuidándola. Ni las ganas de romper con la distancia que ella misma había tenido que autoimponerse sentada en el sofá, mientras le contaba lo que sucedió la noche del concierto.

Se giró en su colchón hasta ponerse de lado, mirando el intercomunicador sobre el escritorio repleto de informes. Todos desordenados dentro de su orden, como siempre. Preguntándose si Natalia estaría bien, en si había vuelto a subirle la fiebre mientras dormía. En si aceptar lo de ser amigas era o no un error. ¿Podía arriesgarse sabiendo que tanto sus sentimientos como los de Natalia seguían intactos? Le dieron casi las tres de la mañana dándole vueltas al tema y entre movimientos inquietos sobre la cama. Artemis acabó por despertarse y huir de su lado, donde solía dormir, para hacerlo en el suelo. Alba todavía podía verla desde ahí, con los ojos bicolores entrecerrados. Se había enfadado con ella por importunar su descanso. Cerró los ojos para no verla. Era una mimada.

—Buenos días, señorita Alba, ¿qué tal ha dormido?

—Mal. ¿Dónde está mi zumo? —contestó sentándose en un taburete de la barra de la cocina.

Era pequeña, pero bastante espaciosa como para tener una barra pegada a la pared con tres taburetes. Normalmente quienes se sentaban en ellos eran Julia, Eider y la propia Alba. Sus padres no acostumbraban a comer allí. Si recibía su visita, siempre acaban comiendo en el salón, el cual tampoco era gigantesco, ya que el sofá ocupaba buena parte del mismo.

—Aquí, como siempre—vertió directamente el líquido de color naranja recién exprimido en un vaso de cristal—. Su tostada con aguacate y sal también está lista. En cuanto a Artemis, ya ha tomado su pienso.

—Excelente, Mab. Es domingo, tienes que encargarte del mantenimiento, ¿no es así?

—Iba a ponerme a ello ahora mismo. Lo primero era cubrir sus necesidades básicas como manda mi protocolo. He sido fabricado para...

—Sí, sí... Lo sé. Me duele un poco la cabeza, si puedes dejarme sola te lo agradecería.

—Como desee, señorita.

Los pasos metalizados del robot se alejaron de la cocina, trayendo la ansiada soledad que necesitaba. No sabía a qué hora había conseguido quedarse dormida, pero estaba segura que habían sido suficientes como para descansar. Tampoco había querido comprobarlo en el diario de sueño. Para qué. Conocía su cuerpo y le estaba pidiendo a gritos volver a la cama. Lugar del que casi se había obligado a salir por no haber recibido ninguna llamada de Natalia. Eran las once de la mañana cuando había abierto los ojos y había comprobado el buzón del intercomunicador. Al no haber ninguna llamada o mensaje registrado, se preocupó.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora