Las puertas del garito, a rebosar de gente que esperaba e inicio del concierto, se cerraron en las narices de Alba, que había llegado tarde. Sabía que no podía usar el comodín de entrar por la puerta trasera como hacía dos semanas. Por eso, se quedó en el interior de su coche rojo, bufando, esperando a que este acabara. No se había perdido ni un solo concierto desde que todo empezó. Si fuera otra, le importaría un bledo. Pero era ella, Alba. Y quería entrar para disfrutar de los Lightning y para poder ver a una guitarrista saltar en el escenario. No fumaba nunca, pero de hacerlo, aquella era la ocasión perfecta, pues estaba de los nervios y muy inquieta. Miró el reloj cuando parecía haber pasado un cuarto de hora. Escuchaba, ahí, en el interior, la música de su grupo favorito. Las 21:50. Una hora más, añadiendo el pequeño descanso, y el concierto daría a su fin.
Las luces de neón del garito parpadeaban sobre el salpicadero del coche. Si se movía, podía seguir la luz atravesando el cristal. Intentó seguir el ritmo con su dedo, sobre el volante, guiándose por el sonido amortiguado que le llegaba. Cerró los ojos, imaginándose ahí dentro como tantas veces. Su reloj sonó cuando dieron las 22:00, momento en el que abrió los ojos. El portero, frente a la puerta cerrada, estaba apoyado contra esta y se fumaba el quinto cigarrillo. Empezaba a aburrirse, por lo que a las 22:15, salió del coche, cerrándolo a conciencia y estiró las piernas. El gorila la miró con cara de pocos amigos, probablemente esta vez la había reconocido. Quizá preguntándose qué hacía un ligue de Natalia ahí fuera y no dentro, enchufada como dos sábados atrás. Alba no le miró, se apartó el pelo, corto y alborotado de la cara, guiando sus pasos como un autómata hacia la parte trasera.
Decidió probar a girar el pomo de la puerta, pero como era de esperar, estaba cerrada con llave. Se apoyó contra la madera, echando la vista hacia el cielo nocturno, iluminado por la luna llena. El satélite estaba oculto tras un denso nubarrón, que resplandecía de forma fantasmagórica. Acabó sentada en una caja de botellas vacía, intentando unir los puntos en el cielo, buscando alguna estrella. La contaminación lumínica no se lo permitió, claro está.
A las 22:40, escuchó unos pasos en el interior, que la hicieron apartarse de la puerta. No se oía ya música, sabía que estaban en el descanso del concierto, ya que se conocía de memoria el espectáculo. Se abrió con un sonoro crujido y una figura vestida entera de negro salió.
- ¿Alba?
- Hola, S – le saludó.
- No me lo puedo creer.
Parecía aliviado de verla, lo que descolocó mucho a nuestra protagonista. El chico la miró de arriba abajo, cabeceando conforme con lo que veía, pero incomodando a Alba, que chasqueó los dedos ocultando el top tras la chaqueta.
- He llegado muy tarde, ni sé por qué he acabado aquí – explicó inocente.
- Pues entra... Yo he salido a mear. El baño está caput y el del local no lo piso.
- Okey, suficiente – rio Alba colándose por la puerta.
Recorrió los largos pasillos por los que Natalia la había guiado la primera vez, hasta que se topó con la puerta que guardaba al grupo y que actuaba como camerino. No sabía qué hacer, ¿golpeaba la madera o entraba sin más? Le sudaban las manos, que secó en sus vaqueros oscuros, hasta decantarse.
- ¿Alba? – habló Jorge creyendo ver una visión.
- Hola – saludó con una grata sonrisa. Se alegraba de verlos tras la semana de ausencia.
- ¿Qué haces...? ¿Cómo has entrado? – peguntó María sentándose en el sillón hasta alcanzar la mesa y apagar el cigarrillo en uno de los ceniceros.
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Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc