Llevaba las manos metidas en los bolsillos de su chaquetón, la bufanda más gorda que existía y un enorme gorro de lana cubriendo su cabeza, pero ni así conseguía entrar en calor. El frío de Madrid en noviembre estaba siendo horroroso para Alba. Ella estaba acostumbrada a otras temperaturas —para su desgracia— y sentía que se le congelaban los mocos con solo respirar. Al menos no hace viento ni llueve—pensaba mientras caminaba por la acera, bajo los balcones repletos de plantas. Parecía recorrer una mini selva a pie de calle. Una selva con olor a chimenea, frío y hielo. El tiempo había avanzado, volvía a ser sábado. Pero en lugar de aparecer directamente por el garito de siempre, a esperar el concierto, había cambiado su hora y ruta esperando no haberse equivocado tentando a la suerte. La puerta del Picadilly se abrió, un chico de pelo rizado le dejó pasar y notó el cambio de temperatura automático. La calefacción en aquella cafetería parecía estar a tope en contraste a la helada de fuera. Comprobó su reloj. Las cinco y treinta y dos minutos. Hizo un barrido rápido por las mesas de la cafetería, se detuvo dos segundos en la barra —donde uno de los camareros estaba sacándole brillo, por lo que parecía de tanto frotar el trapo por la superficie—y frenó en seco al ver a su objetivo sentada en uno de los taburetes, junto a dos de sus amigas.
Paula, Fátima y Dora estaban parloteando sobre una clase aburrida cuando Alba apareció de la nada, como solo sabía hacer ella. Las tres amigas se callaron al instante, nada más reconocerla.
—¡Si es la chiquita que nos consiguió el pase al camerino de Jorge! —exclamó Dora, ganándose un par de quejas de algunos comensales.
—Grita más fuerte, que no te han escuchado en Portugal. Y era de los Lightning, no solo de Jorge—rodó los ojos Paula.
—Mientras no nos echen de la cafetería que celebre todo lo que quiera.
—Esta chiquita me gusta—sonrió ampliamente Dora como reacción a la respuesta de Alba.
—Pues me da que está comprometida—alzó una ceja Paula, mirándola con cierto interés.
Lo que me faltaba, información privada con la que no contaba.
—No seas idiota, Paulita. Ya sabes que yo estoy genial en mi acera. No te ofendas...
—Alba.
—Eso. Perdona, soy horrible para los nombres.
Alba expresó con una sonrisa que estaba todo bien.
—Oye, y qué haces por aquí—preguntó Fátima hablando por primera vez.
—En la zona universitaria hablaron de este sitio, quería conocerlo.
—Anda, ¿pero eres universitaria? —abrió los ojos Dora.
Alba se limitó a asentir. Tenía el papel aprendido de memoria. Llevaba toda la semana estudiando cada detalle para no cometer errores. Lo primero que debía hacer, era infiltrarse entre ellas. Si conseguía el primer paso, el resto iría rodado.
O eso, al menos, se repetía ella una y otra vez.
—¿Qué estudias?
—Periodismo.
—Con razón no te hemos visto nunca. Estás donde Cristo perdió la alpargata—carcajeó Paula.
Donde Cristo perdió la alpargata. Que frase tan de abuela.
—Sois de ciencias, asumo.
Las tres asintieron como si hubieran ensayado una coreografía.
—Vamos a la misma clase. Farmacia—especificó Fátima.
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Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc