Le sorprendió ver a la misma chica que dos semanas atrás. Lejos habían quedado su chaqueta violeta con hombreras, los zapatos de tacón del mismo color y el llamativo maquillaje. Natalia vestía acorde a su estilo, pero sin la extravagancia de los conciertos. Le recordaba más a la chica que pensó ridícula con unas gafas de sol en plena noche, apoyada en la pared del garito. Puntual, a las cinco en punto, con un cigarro en sus labios, aguardaba a que la misma chica que dejaba mil cuestiones sin resolver en su cabeza, apareciera. Llevaba el pelo, sin cresta, peinado hacia abajo. Se le rizaban las greñas de la nuca y el viento de septiembre se lo revolvía. A medida que se acercaba, descubría un nuevo detalle en su vestimenta. El vaquero de color negro, tenía muchos más boquetes de los que parecía de lejos, bajo la chaqueta una camiseta en color blanco. Le daba la décima calada, atacada, al cigarro, cuando Alba se colocó a su lado con una sonrisa.
- Hola, ¿llevas mucho esperando?
- Si son las cinco ahora, Alba – tiró el cigarro y lo aplastó con su bota, casi con la boca seca al ver a la rubia.
- Al menos hoy no te has equivocado con mi nombre – se mofó.
- La pista que me diste no era tan fácil – se quejó metiendo las manos en los bolsillos de sus vaqueros desgastados –. ¿Qué haces?
Le preguntó al verla extraer un cuaderno del bolso que llevaba al hombro, del mismo color que la blusa, beige.
- Apunto en este cuaderno la peor excusa del mundo.
- Pues sabes, ¿qué te digo? – se cruzó de brazos acortando la distancia hasta ella –. Chao, pescao.
- ¿No sabes lo qué son las bromas?
Para Alba utilizar el humor, dado lo nerviosa que estaba por encontrarse con la guitarrista, fue la mejor idea que había tenido. Hasta, claro está, que Natalia se lo tomó tan mal. La alcanzó cuando estaba a punto de torcer la esquina y perderse calle abajo.
- Natalia, perdona. No tenía ni idea de que fuese a molestarte tanto.
La punk soltó un suspiro, mirándola desde su altura, con la cabeza levemente inclinada. Alba solo tuvo que esbozar una pequeña sonrisa, mostrando su arrepentimiento, para que se contagiase.
- No pasa nada.
- ¿Es por algo...? Bueno, no tienes que contármelo si no quieres.
- No merece la pierna, tronca – rio –. Anda, vamos a esa tienda de la que te hablé. Vas a flipar.
Alba consultó su reloj. Las 17:14 minutos. En tres horas tendría que marcharse y ya había perdido un tiempo valioso que no iba a recuperar. Le costó ponerse al ritmo que llevaban las largar piernas de Natalia, que tardó poco en percatarse de que su acompañante iba casi con la lengua fuera. El otoño se asomaba por las callejuelas que iban atravesando, en silencio, sin saber qué decir, o qué tema de conversación sacar. Una porque temía volver a meter la pata en un ambiente que no era el suyo; la otra, simplemente por mostrar una vez más el defecto que tanto odiaba. Se cruzaron con algunos grupitos de lo más variopinto a ojos de la rubia. Un par de ellos, saludaron a Natalia con entusiasmo. Se detuvieron tan solo una vez, en la que la punk intercambió un par de frases y un choque de puños con dos chicos con la misma vestimenta que ella.
Y por fin, llegaron a su destino.
La fachada, pintada de amarillo oscuro, contaba con dos escaparates desde los que se veía parte del interior, atestado de discos. En ellos, había anuncios y panfletos pegados. Además, se exhibían varios objetos que Alba podía considerar vintage. Se enamoró de un tocadiscos clásico en color rojo. En el cartel de la tienda se leía: La cueva.
ESTÁS LEYENDO
Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc