—De verdad, no sabéis lo bonito que ha sido. Escuchar los latidos del corazón de ese bebé... Quiero decir, era del tamaño de una alubia y sonaba con una fuerza...—Eider se llevó otra patata a la boca antes de continuar—. El chaval tendría como mi edad y...
—A ver, que tú no eres una mocita tampoco, Ei —se mofó Julia.
—Si tenemos la misma edad.
—Un año de diferencia. De mucha diferencia... —reiteró la andaluza.
—¿Vas a dejarla qué siga?
—Había sido solo un apunte. Continúa con el relato de tu mañana de prácticas.
La residente se acomodó en el chaiselong que presidía la sala de estar de Alba, no sin antes agarrar otra patata frita. La noche había caído para las tres amigas, que habían aprovechado que sus agendas les daban una pequeña tregua para reunirse después de varias semanas.
—Como iba diciendo antes de que la maestra en interrupciones... —se ganó una mueca por parte de Julia—. Tenía mi edad y una barriga de cinco meses. Si habéis visto una persona embarazada os lo podéis imaginar. Cuando la doctora Sánchez le ha enseñado al bebé... Joder, me he metido tal llorera...
—Tía, eres muy sensible.
—No te metas con ella, Julita. Me encantaría verte a ti en esa situación.
—Yo no quiero hijos. Ni aunque tuviera la oportunidad.
—No lo decía por eso, pero como siempre a tu bola—le lanzó una patata.
Cayó al suelo, donde Artemis, que estaba al acecho, la cazó y la engulló.
—¿Te han vuelto a reclamar que no quieras operarte? —se interesó Eider ante el tono de su amiga.
—Eso dejó de ser un tema hace un milenio. Aunque en general, deberían dejarme un poquito en paz, que la gente es muy morbosa y estamos ya en el siglo XXII como para ir preguntando ese tipo de cosas—expresó molesta.
—Algún día, Julia. Solo que nosotras no vamos a verlo—lamentó Eider.
Alba nunca había intentado saltar hacia delante. Tampoco estaba segura de que fuera posible. El tiempo seguía una línea, que podía cambiar sí, pero quizá iba acorde al presente. A veces se paraba a pensarlo y acaba con dolor de cabeza. Si fuera posible, le encantaría infiltrarse como hacía en el siglo XX para comprobar si el planeta se iba a la porra definitivamente o habían conseguido frenar lo inevitable. Como decía Eider, no llegarían a verlo. O eso quería pensar. Si pudiera viajar al futuro y viera el fin del mundo... Ella no se lamentaba de la misma forma que lo hacía Eider.
—¡Oye, bichillo!
Julia—al lado izquierdo de la mesa auxiliar donde tenían la comida—, atrapó a la gata, que estuvo a punto de saltar para zamparse lo que quedaba del arroz con setas.
—Artemis, ¿otra vez? —rio Eider. Se revolvió en los brazos de la castaña y salió disparada fuera del salón.
—Si era una gata tímida y tranquila.
—Eso era antes, ahora está en una fase de lo más traviesa. Con deciros que le ha dado por perseguir a Mab para intentar "cazarle" cada vez que tiene oportunidad... O el otro día, que intentó tirarme varios libros de la estantería.
—¿La qué tienes sobre tu cama? —Alba asintió—. Eso no es una fase traviesa, Cerebrito, es una fase asesina.
—Ya se le pasará —le restó importancia viendo como asomaba sus bigotillos.
Conocía muy bien a su gata. No tardaría más de cinco minutos en acercarse de nuevo, con las orejas gachas y los ojitos bicolores cargados de arrepentimiento. Se sentaría frente a ellas, les mantendría la mirada y sus amigas se derretirían al ver a la gata pedir perdón. Lo peor es que siempre funcionaba. Alba intentaba hacerse la dura, pero Artemis siempre se salía con la suya.
ESTÁS LEYENDO
Garito temporal
FanficUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc