En el concierto.

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—Cerebrito para lo que te da la gana, de verdad.

Su amiga no dejaba de dar vueltas en el salón, echándole la bronca por su temeridad. Y es que, en cuanto le contó lo que había pasado con Natalia, Julia no había dejado de moverse de un lado a otro, histérica.

—Ay, Julia...

Julia, vas a ser mi Pepito Grillo. Julia, he decidido que voy a retomar los viajes como antes, aunque no tenga que ir tanto. Julia, voy a sustituir a Natalia en un concierto, es que le debo un favor... Y ahora me dices que has vuelto con ella. Es que no te da la cabeza cuando se trata de ella—negaba.

—No he vuelto con ella... —cerró la boca ante la mirada de su amiga—. Bueno, quizá el problema es mi cabeza.

—¿Tú crees? —comentó con ironía, mientras daba un largo buche a su tila, que ya estaba helada. Falta le hacía. Buena idea la de Alba al pedírsela a Mab.

—Ay, es que me puse a pensar...

—No, no pensaste. Alba, que...

—Julia, va a ser solo hasta que Carlota nazca. En cuanto lo haga, se acabó para siempre.

—Eso dices ahora—volvió a sermonearla—. ¿Qué pasara entonces? Porque no me creo que te marches como si nada.

—Destruiré el reloj para que no tenga la tentación de volver—contestó con mucha determinación, dejando a su amiga muda—. He intentado luchar contra mis sentimientos, pero no puedo. Me resulta imposible hacerlo. Si puedo estar con ella durante un periodo de tiempo... eso será mejor que nada—citó las palabras de Natalia.

—Pero... —Julia se mordió el labio, mirando la temeridad de su amiga.

Creía conocerla de sobra, pero desde que Natalia se había cruzado en su vida, casi no la reconocía. Aquella faceta tan inconsciente, era nueva para ella. Sabía cómo era Alba, la cantidad de horas que pasaba pensando antes de actuar, el plan que llevaba siguiendo desde niña y lo claras que tenía las cosas. Cómo de la noche a la mañana había tirado ese plan por la borda para quedarse en España, descartando el marcharse a Estados Unidos y trabajar en la NASA. Cuando le reveló lo de los viajes en el tiempo, creyó que se quedaba por eso, pero a la larga había sabido ver lo equivocada que estaba.

—Solo quiero que me apoyes.

—Lo hago, pero entiende que te eche la regañeta de tu vida, pánfila.

—Gracias, Pepito Grillo—sonrió.

—Ni te atrevas a llamarme así otra vez. Soy una birria de conciencia.

—A Pinocho tampoco le salió bien...

—Eso no me ayuda—le tiró del moflete.

—¡Si Pinocho soy yo! —se quejó sin dejar de reír.

Julia acabó por echarse a reír, pero en su semblante seguía habiendo rastros de la molestia y la preocupación por su amiga. Lo cierto era que, sin conocer a Natalia—porque las circunstancias eran las que eran—no la odiaba ni mucho menos. Sin embargo, por otro lado, quería abofetear a esa chica por ser igual de inconsciente que su amiga. Se esforzaba por entender aquellas ansías por sufrir, pero por más que lo intentaba, no hallaba la razón. Quizá fuera porque Julia nunca se había enamorado de la forma en la que lo habían hecho ellas. Por eso nunca llegaría a comprender que hiciera el sacrificio de tenerse la una en la vida de la otra, aunque tuviera fecha de caducidad.

Por eso, acabó—una vez más—por aceptar la decisión de su amiga. Sabía que, llegado el momento, estaría a su lado para soportar el futuro duelo que, sin duda, vendría con el punto y final de aquella relación.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora