Que no es mi novia.

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—Alba, es la tercera vez que te llamo. Mi abuelo me ha dado la clave. Llámame cuando oigas esto.

Todavía con las legañas de la siesta pegadas al lagrimal, desplegó la lista de contactos y pulsó en el nombre de Eider.

No se lo cogió.

Viendo que la había llamado hacía dos horas, lo más probable es que estuviera trabajando y se hubiera escapado cinco minutos para llamarla. Emitió un largo bostezo, estirándose sobre la cama y frotándose los ojos. Buscó en la penumbra de su habitación a la bola de pelo clara que tenía por gata, pero no la halló. Se habría escondido o estaría fuera.

Con un segundo bostezo, frente al espejo, se revolvió el pelo—ya bastante largo y repleto de tirabuzones— con la cabeza en la llamada de Eider. Parecía que por fin iba a obtener respuestas. Y esclarecedoras para sus sospechas.

Activó el volumen de las llamadas por si la llamaba de vuelta y salió en busca de Artemis. La casa estaba en silencio, al menos en lo que se refería a la planta de arriba donde estaban las habitaciones. Sus pies cubiertos solamente por unos calcetines gordos resbalaban por el suelo. Las luces automáticas se iban encendiendo a su paso hasta que bajó las escaleras. Allí estaban todas encendidas y le parecía escuchar el sonido de una película a lo lejos. Con seguridad, se trataba de sus abuelos viendo un clásico en el salón.

—¿Y mis padres? —preguntó extrañada al pasar por el resto de la casa.

—Han salido a comprar. La nevera estaba vacía. O eso han dicho, yo la veo llena—opinó su abuela.

Se fijó en la película que estaban viendo sus abuelos y de la que apenas habían levantado la vista. Le sonaba de algo, pero no conseguía saber de qué. Se acabó sentando con ellos, atraída por la curiosidad. Les robó las palomitas que estaban comiendo y se tiró en una esquina del largo sofá. Se trataba de una comedia romántica navideña. Tardía por otro lado, ya que estaban a 16 de enero. El argumento, por otro lado, estaba bastante trillado. Alguien detestaba la navidad, pero no era el Grinch, sino una chica de corta estatura. Al mismo tiempo, había otra chica que se hacía su amiga y quería demostrarle a toda costa que la navidad merecía la pena.

Alba iba con el team Grinch. Lo que la atrapó fue que veía mucha química en las dos protagonistas. Y no se equivocó, porque al final hubo beso de película en mitad de una pequeña y típica nevada que aparece en toda película navideña al uso. Los copos de la nieve cubrieron el pelo de las dos, tornándolo de blanco y medio pueblo gritó de júbilo para luego levantarlas en medio de una canción horrible.

—Me he quedado a ver este despropósito por la relación entre estas dos. La película es un truño—les dijo cuando la pantalla se cubrió con los créditos.

—Ya sabemos que la navidad y tú no os lleváis bien, pero nos sorprende que te quedes por una relación amorosa.

—Muy bien hablao, María.

—Las actrices tenían mucha química. Perdón por tener ojos—se encogió de hombros.

—Últimamente estás en las nubes.

—Desde hace un par de meses más bien, cariño—añadió Felipe.

Desvió la mirada hacia afuera, a la puerta del jardín. Ni siquiera veía nada con la llegada de la noche. Tan solo unas cuantas estrellas que estarían acompañadas en cuanto apagasen las luces artificiales.

—Abuelo, estoy centrada en mis proyectos. Solo eso.

—Felipe, déjala. El día que nuestra Alba se eche novia caerá un meteorito. ¿No ves que ya somos unos dinosaurios?

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora