Sinceridad.

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Let it go, let it go...


—Alba, no me jodas, tienes que contárselo de una vez. Ya escuchaste a Aroa, va a desaparecer. Tiene que saberlo.

La viajera cerró los ojos y se tapó la cara con los brazos. Había esperado a llegar a casa de Julia para hablarlo, sabiendo perfectamente lo que iba a decirle. Porque ella misma era consciente de la importancia. Sin embargo, una vez más, ganaba el miedo. El día anterior, al abandonar la casa adosada, no quiso hacerlo, prefirió dejar la conversación para otro momento.

—Si hago eso... Natalia no... Ella... Joder, le prometí que no iba a mentirle.

Aunque lleve haciéndolo relativamente desde el principio.

—A ver, lógicamente va a enfadarse.

—Quizá sea lo mejor—murmuró sentándose en el sofá de su amiga—. Si con eso puedo evitar que desaparezca...

—Alba, qué dices.

—Piénsalo, Julia; porque yo le he dado muchas vueltas. Eider aparece justo cuando me quedo a dormir por primera vez con Nat, pero el cambio viene de antes. En el mismo momento en el que la beso o cruzamos alguna palabra... la línea se modificó y entré en otra dimensión o plano temporal... No estoy segura—tomó aire—. Aunque debe de ser así. Pensaba que había creado una línea nueva, pero con toda probabilidad han sido varias.

—¿Y por qué no... no nos afectó al resto?

—Claro que lo hizo, pero no sois conscientes. Incluso yo no lo era, Julia—explicó enviando un holograma al centro del salón de su amiga—. Natalia y yo nos cruzamos, desencadenando un cambio en la línea original: su desaparición. Mis tatarabuelos, por otro lado, han provocado que la empresa de mi padre despunte como nunca. E imagino que es desde que Mario tomó una decisión laboral. No es casualidad que de repente la NASA cuente el cuadriplicado su asociación en la empresa y con resultados más que envidiables.

—Me he perdido ahí. ¿Tu tatarabuelo no tiene un taller?

—Sí, pero... intuyo que no... Julia, creo que va a venderlo en cuanto pueda.

Su amiga frunció el ceño. Sus ojos marrones estaban estudiando el holograma con fechas, líneas cruzadas y datos que Alba había arrojado en su salón.

—¿Entonces?

—Tiene que ser eso. En la línea inalterada, la trágica, mi abuelo se iba a Estados Unidos durante unos años. Carlota, mi bisabuela, ya había nacido entonces cuando él regresó. Creo que eso no ha cambiado. Salvo que no se irá solo. Debe de ser así—gesticuló al borde del colapso. Llevaba dos noches sin dormir dándole vueltas a todas las conexiones—, de no serlo, yo no estaría aquí.

—Creo que lo entiendo. ¿Puedo decir qué me duele la cabeza?

—Mientras no sea el cerebro—rio a su pesar.

—Lo capto. Joder, pero eso... Todo esto no cambia el hecho de que tienes, no, debes decirle a Natalia lo que va a pasar—le agarró la mano, generando la fuerza necesaria para que sintiera su apoyo—. Aunque vaya a doler, Alba. Sabes que es lo correcto.

—Eso... Decirle la verdad implica mucho, Julia. No sé si voy a poder.

—Claro que podrás. Llevas enfrentándote a las leyes del tiempo para que tus tatarabuelos tengan el futuro que merecen. Podrás ser sincera con tu novia. Ya lo fuiste una vez.

Esta vez es diferente, le prometí que jamás volvería a mentirle.

—Alba, conozco esa mirada. Quizá podías ocultárselo antes, pero ya no.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora