Los meses fueron pasando volando y pronto aquella primavera tan importante, se fue diluyendo en el tiempo como lo habían hecho varios de los hechos de la línea temporal original. Alba consultaba más de lo que quería admitirles a Julia y Natalia, aquel trazo—dibujado— con fechas, nombres y sucesos en una de las pantallas holográficas guardadas en la memoria de su pulsera. Porque con el coma de Rodrigo, el cual seguía exactamente en la misma cama, todos los sucesos posteriores a partir de finales de febrero de 1987, ya no tenían sentido. Deslizaba a menudo su dedo por la pantalla, leyendo uno de los eventos a evitar a toda costa: la boda. Continuaba con el siguiente, que no era otro que la pérdida del feto por paliza de Rodrigo; y sus ojos abarcaban siempre el otro holograma. En este, había trazada otra línea. En otro color. Era la nueva, la que ella había creado con sus intervenciones en la original. Donde debía de haber sucedido la boda, había escrito Mario y Paula deciden que quieren mudarse juntos. Nada de abortos, ni palizas o amenazas de un hombre que había quedado postrado en una cama conectado a varias máquinas. El verano estaba llegando a su fin y a sus tatarabuelos no podía irles mejor.
Agosto se estiraba sin querer alcanzar su cénit. Alba necesitaba que acabase de una vez. Estaba a punto de llegar la fecha de su ruptura con Natalia. Y, aunque lo de ser amigas se les estuviera dando bastante mejor de lo esperado, todavía le dolía pensar en aquella noche. A veces se quedaba mirando a la punki y en sus facciones evocaba la misma mirada triste similar a la que dejó en aquella cocina. No había conseguido eliminar el olor a vainilla de GH79. Tampoco lo había intentado, así que eso de no haberlo conseguido... Cinco meses habían dado para unos cuantos viajes en su coche rojo. Natalia había comprobado con sus propios ojos lo que era el piloto automático de su coche. La viajera se arrepintió al mostrarle aquello cuando regresó a su tiempo. Siempre se repetía que no debía hablarle o enseñarle cosas del futuro a Natalia. Siempre fallaba a su palabra. Como había fallado la primera vez, cuando se enamoró de ella.
Seguía estándolo.
Y, aun con todo, volvía a estar en la puerta de aquel piso, un 20 de agosto. Llevaba una bolsa blanca en la mano y con la otra se repasaba el pelo, nerviosa mientras aguardaba en el umbral.
Cuando Natalia abrió la puerta... Digamos que no esperaba verla con un bebé en brazos de poco más de un año. Abrió los ojos, sorprendida.
—Alba, iba a llamarte... Te presento a Javier—sonrió arrugando la nariz y balanceando al niño.
El bisabuelo de Eider.
—¿Es tu sobrino?
—Sí... eh... pasa, pasa— se hizo a un lado. Javier soltó un balbuceo, mostrando una sonrisa de cuatro dientes y un par que empezaban a asomar—. Mi hermano y mi cuñada me lo han dejado para que lo cuide mientras iban a visitar a unos amigos. Están pasando unos días aquí, como apenas subo por Bilbao.
El correteo de unos pies minúsculos se acercó por el pasillo que daba a la habitación de la guitarrista. Una niña con unos ojos enormes chocó contra sus piernas cayendo de culo.
—Y esta es Noa—soltó una carcajada al ver como la pequeña se levantaba y echaba una mirada enfurruñada a Alba.
—Te has puesto en medio. Tita, ¿quién es?
—Alba, una amiga—le explicó a su sobrina, apartando la mano de Javier de su pelo. Le estaba dejando algunos tirones bastante desagradables—. Y la que ha aparecido de la nada has sido tú, no ella.
—Yo no hecho eso—se cruzó de brazos arrugando el ceño.
Alba tuvo que contener una carcajada para que Noa no la odiase. Estaba muy graciosa con todas aquellas arruguitas de endurecer tanto la expresión.
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Garito temporal
FanfictionUna chica, que acude cada sábado por la noche al local de moda, llega tarde al concierto de su grupo favorito: Los Lightning. La imagen de portada es de rebecaesc