El lado oscuro.

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Septiembre dejó paso a octubre y con él el cambio de hora. Lejos quedaron las luces del atardecer que acompañaban a Alba cada vez que ponía rumbo al garito. Ahora, la noche la acogía nada más salir hacia allí en su Renault color rojo. También lo había hecho el día, en un par de ocasiones. Pues, aunque hubiera querido evitarlo, la raíces, como ella misma había llamado a lo que empezaba a sentir por Natalia, estaban enterradas en la tierra. Y no solo eso, un pequeño y sutil brote verde ya asomaba, listo para florecer. La noche del 21 de septiembre había ido hasta el garito para despedirse, pero acabó por ser un hasta luego. Porque incluso ella misma reconocía que no podía echar a correr como tenía previsto. No solo porque estaba obligada a volver allí, esperando la aparición de una persona, sino porque Natalia la atraía como el polo de un imán a otro.

Después de retrasarlo, tras varias semanas, el día 18 de octubre, se presentó en el garaje donde siempre ensayaban los Lightning. Seguían insistiendo cada noche, tras acabar el bolo, que se quedase con ellos a tomarse algo, incluso a seguir la fiesta en otra parte. Pero ella se había seguido negando.

Hasta aquel viernes a las 17:22 minutos.

La puerta estaba entreabierta, por lo que entendió que era una invitación para entrar. En el interior no se escuchaba nada, salvo un par de voces y algunas risas. Era un lugar bastante minúsculo, decorado con colores fríos, alejado de ser realmente un garaje. Colocados en el suelo, en una esquina, había un viejo sofá negro y dos pufs verdes. En las paredes había aislantes acústicos perfectamente colocados y en una un corcho repleto de fotografías. Unas que Alba no lograba distinguir a tanta distancia.

- ¡S, mira quién ha venido! – María fue la primera en verla. Estaba sentada en la alfombra del suelo con un cigarro en la mano. S estaba apoyado en la pared. No había rastro de Jorge y de Natalia.

- Te has atrevido a venir antes de un concierto, qué honor – celebró con su tono habitual expulsando el humo.

- Me dijisteis que me invitabais a una birra.

Se acercó hasta ellos, deteniéndose con los brazos cruzados.

- También te dijimos que podías unirte a la banda después de que te pillásemos cantando con Natalia hace un par de semanas – Alba rodó los ojos.

- Déjala, S. Si no quiere, no quiere. No seas pelmazo.

Maldita sea la hora que pensé en ponerme a cantar con Natalia.

- Tampoco es una locura. La propia Nat canta covers. A la gente le flipa. Como se una Alba, ya terminamos de petarlo.

- Ya, pero Alba no pertenece a la banda, es... - María la miró a través de su pelo rojo recién teñido, pareciendo buscar las palabras adecuadas –. Nuestra fan número 1 y amiga. No te ofendas, tronca.

- No me ofendo, tranqui – sonrió Alba.

- Natalia era solo la guitarrista, hacía los coros... Las cosas cambian, María – rebatió S.

- Oye, perdón por meterme, pero, ¿y mi cerveza?

Prefería zanjar el tema cuanto antes. Era lo mejor, no fuera a trascender más de lo debido y desembocase en algo irreparable. Debía tener mucho cuidado con lo que hacía y dejaba de hacer. Y quizá, no era conveniente que dos miembros del grupo se peleasen por una nimiedad como dejarla o no cantar con ellos.

- Yo te la doy – de un saltó, María se puso de pie, atrapando un botellín vacío a su lado – Jorge siempre se asegura de que estemos bien abastecidos cuando toca ensayos – mencionó al dueño de aquel garaje.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora