Digna de Oscar.

2.9K 258 12
                                    

El sábado 16 de noviembre dejó atrás las lluvias que había dejado el final de octubre, pero no se llevó el frío que recordaba a la ola polar que inició el enero de aquel año. Los Lightning tenían su primer concierto en una enorme sala. Su primera oportunidad de hacer algo más grande, de tocar para más de cien personas. María estaba inquieta, llevaba toda la semana aporreando la batería con más energía de la acostumbrada. Posiblemente para descargar los nervios de la mejor forma que sabía. S y Jorge parecían llevarlo de una manera más serena, pero también manifestaban sus nervios en los paquetes de tabaco que habían ido gastando. En cuanto a Natalia, bueno, todavía estaba en una nube después del beso con Alba. Por eso, cuando se vio en la sala, haciendo la prueba de sonido, le vino todo de golpe. No es que no hubiera tenido la cabeza en los ensayos, en el concierto... sino que la rubia se llevaba más protagonismo sin que ella pudiera evitarlo.

Estrenaban un single nuevo aquella noche, todo tenía que ir rodado. Como era de esperar, cagándose en Rober, el tipo que despidió a Natalia del taller. A ninguno le preocupaban las represalias, pues no las habría. Sus letras siempre habían hablado de injusticias sociales, un par de ellas de política y ninguna de amores. No por falta de canciones, pues era sabido por todos que Natalia debía de tener ya una libreta entera de composiciones solo para Alba. La conocían de sobra, solo tenían que echarle un vistazo a su amiga, que caminaba por las nubes.

—No quiero que te pegues otro leñazo, Nat —le había dicho Jorge cuando le contó el avance con Alba.

—Eso no va a pasar, tron.

Pero Jorge seguía preocupado porque ya había tenido que recoger los pedacitos de Natalia al poco de conocerla.

—Natalia, está claro que con ella no quieres echar un polvo. Me lo has dejado claro. ¿Quiere ella lo mismo? ¿Habéis hablado siquiera después de meteros la lengua hasta la tráquea?

—Odio cuando eres la voz de la razón.

Porque al poco de separarse, volver a besarse y sonreírse como idiotas, Alba se fue de su piso. Y desde entonces no la había visto. Como no podía llamarla, porque no tenía su número; como no podía ir a buscarla a ninguna parte, porque no sabía ni dónde vivía...

—De todas maneras, da igual lo que te diga, vas a ir a lo loco. Si no hay más que mirarte los ojos que me llevas, tronca—rió por primera vez—. Chiribitas te hacen.

—Ya vale.

—Conmigo no te hagas la dura que te la ganas.

—Vale, pesao'

—Habla con ella.

Fue el último consejo que le había dado antes de colgar el teléfono aquella noche. Por supuesto, a Jorge le quedaba tiempo para estar pendiente del posible batacazo que se pudiera dar su amiga. A pesar de haber hablado con Alba, tenía todavía dudas de si la chica iba a muerte con lo que fuera que surgiera con su amiga. Había prometido que no le haría daño, pero no encontró toda la convicción que necesitaba para creérselo.

—Natalia, ¿dueto o no? —le preguntó Jorge asomándose por la cortina que separaba los vestuarios de chico y chica.

—Creo que mejor no.

—¿Te vas a rajar? —María paró de echarse laca en el pelo para mirarla.

—Hay demasiada peña, otro día.

—Pero si es como cantar una de las covers, aunque con Jorgito, claro.

—Hoy estoy algo insegura, no me lo tengáis en cuenta —se disculpó con sus amigos.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora