¡Golfilla!

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—Buenos días, Alba—la recibió la voz robótica al sentarse en el mullido asiento de su coche.

—GH79 desactiva el piloto automático. Activación de conducción autonómica. El resto de funciones quedan activas.

—Conducción automática activada. ¿Quieres reajustar tu ruta?

—No.

Había pasado una mañana bastante larga en la empresa. Su padre la había incluido en el nuevo proyecto en el que estaban inmersos. Se sentía halagada, pletórica y muy animada. Sabía que Miguel confiaba en ella, pero no sabía que quería meterla de lleno en su proyecto más reciente, con los mejores ingenieros del país, trabajando codo con codo. Aun con todo, la mañana se le hizo más larga que los años luz que separaban la Tierra de Júpiter. Al ser la fase inicial, había pasado el tiempo de una reunión a otra, poniéndose al día de todo. Su padre la había dejado sola con un par de ingenieras, no mucho mayores que ella, hasta la hora de comer. Tras el almuerzo, la había arrastrado a una última reunión. Había pasado alrededor de media hora o cuarenta minutos desde entonces. El tiempo que le había llevado salir de la planta de oficinas y bajar hasta el parking en busca de su coche. A pesar del cansancio, le apetecía conducir. Le relajaba sentir la suavidad de GH79 deslizándose por el aire, tener el control del volante y notar la suave brisa.

Estaba a punto de ponerse en camino a casa de su amiga Julia, cuando un par de toquecitos en el cristal la hizo detener todos sus movimientos.

—Alba, ¿vas a casa directamente?

—Negativo, jefe.

Su padre rio, seguramente por la forma de dirigirse a él.

—Era por si podías llevarte algo de papeleo a casa. No te preocupes, vete tranquila.

—Vale. Te veo esta noche — recibió el beso esperado en la frente y se puso en marcha.

GH79 se deslizaba por el aire manejado por una experta conductora como era Alba. Era la hora de salida de todos los colegios, por lo que la carretera estaba repleta de vehículos formando largas colas. La empresa estaba en la ampliación hecha a finales de los sesenta, hacía cerca de cuarenta años, por lo que la mayoría de los días se tragaba atascos. Le gustaba conducir, pero odiaba los atascos. ¿Quién podría disfrutar de una pérdida de tiempo como esa? Nadie. Por ello, no tardo en detener su coche, tras uno enorme de color verde que parecía llevar dentro a un equipo de fútbol completo. Alba perdió la cuenta de cuantas cabezas atisbaba a ver por el cristal trasero. Una moto pasó por el lado del copiloto y se detuvo entre los dos coches.

Presentía que iba a estar bastante rato en aquella cola. Detestaba el sonido de la carretera repleta de vehículos por lo que pidió a GH79 que aislase el sonido del exterior. Ahora contaba con un silencio buscado, pero había demasiado.

—GH79, pon playlist sopa sopita.

La lista de reproducción no tardó en iniciarse. Alba consiguió relajarse, avanzando cuando era necesario en la larga cola, repiqueteando con su dedo en el volante del coche. Había canciones de hacía más de cien años, otras más actuales y demasiadas de los Lightning. Escucharlas la hacía pensar demasiado.

A veces temía que con cambiar algo del pasado, pudiera evitar que alguno de los éxitos de los que consideraba sus amigos no llegasen a existir. También pensaba que hasta entonces había tenido demasiada suerte. Sobre todo, en lo referente a su relación con cierta guitarrista.

Había pegado ojo durante el resto de la noche, pero lo justo para sentirse descansada. Y la mayoría de sus pensamientos se iban siempre hacia Natalia. Y a la misma línea de pensamiento. Habría alguna chica del pasado con la que acabaría siendo pareja. Quizá casándose o teniendo hijos en un futuro.

Garito temporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora