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Ariana:

Sin poder evitarlo, ante la visión del anillo mi corazón comienza a latir con rapidez, y por un par de segundos que se sienten eternos, mi mente olvida cómo funcionar; no tengo idea de qué decir o de cómo reaccionar...

—Vaya, parece que no encontraste muerto a tu hermano después de todo. — Comenta el hombre en voz baja, provocando que los latidos de mi corazón se aceleren todavía más, si es que eso es posible, y que finalmente alce la vista por completo; el hombre que tengo frente a mí posee rasgos finos y una expresión antinaturalmente serena, que aun así no le quita ese aire imponente y orgulloso que cualquier persona le atribuiría a algún miembro de la realeza. Aunque aún con todo, no deja de emanar un aura extraña, algo que grita peligro por todas partes, algo que grita muerte —Ah sí, lo dejé ahí agonizando después de desgarrarle parte del estómago... creí que habría fallecido para cuando lo encontraran, pero por lo que veo me equivoqué...—

—Es usted un...— comienzo, tratando por todos los medios de mantener la calma, pero él me interrumpe de vuelta, soltando una risa corta.

—¿Qué te dijo pequeña? ¿Te dijo que lamentaba abandonarte en este mundo lleno de peligros? Oh no, por tu reacción debió haberte hablado de mi anillo... la única herencia material que prueba mi linaje...—

—Más le vale— lo corto, luchando conmigo misma para no temblar —... que se aleje de mí o...—

—Pero no hemos terminado de recoger tus cosas. — Replica el hombre con naturalidad, tomando con parsimonia otro de mis libros y colocándolo sobre el primero que intentó darme —La verdad es que mi idea era al menos darle un par de bocados a tu hermano, pero la belladona afecta el sabor de la carne... ¿Qué crees que pensó durante las horas estuvo tendido solo, en la oscuridad y esperando a que la muerte decidiera llevárselo?— inquiere con aire pensativo. Quiero decirle que se detenga, pero es como si mi voz se hubiera atorado en mi garganta, jamás esperé encontrármelo aquí... —Tal vez pensó en ti y en la soledad inminente que se te vendría encima— continúa, con ese tono meloso que hiela la sangre —; o tal vez se la pasó maldiciendo el hecho de que su piel hubiera sido como mantequilla ante mis garras... Desearía que hubieras estado ahí para presenciar la escena de su muerte; para ver como trataba de pelear conmigo al mismo tiempo en que luchaba consigo mismo para no perder equilibrio gracias al veneno que corría por sus venas. Ojalá hubieras estado ahí para ver el terror en su mirada cuando se dio cuenta de que iba a morir, para ver su sangre brotar y salpicar por todas partes antes de simplemente caer al piso con un ruido sordo y quedar ahí, tendido y sin apenas poder moverse, esperando lenta y dolorosamente que la vida lo abandonara... ¡Oh! Ahora que recuerdo, sí lo escuché balbucear algo antes de irme— dice sin mirarme y aparentemente muy concentrado en recoger mis cosas, pero de un momento a otro clava su mirada en mí y vuelve a sonreír —; creo que te estaba pidiendo disculpas— me suelta con una risita y yo apenas consigo reprimir un sollozo, me está destrozando escucharlo hablar de Daniel.

—Usted...— consigo articular —usted no tiene derecho...—

—Yo lo maté, tengo derecho de rememorarlo cada vez que me plazca— me corta con tranquilidad, ladeando ligeramente la cabeza —. Pero bien, no hablemos del pequeño Dany, mejor hablemos de aquella noche, hace tantos años; quiero suponer que, a pesar de que estabas escondida junto con tu hermano escuchaste lo que pasaba ¿No?— pregunta divertido —¿Lo recuerdas Ariana? Los gritos de tu madre implorando piedad por sus hijos, la osadía en la voz de tu padre al responderme que no tenían la semilla, los golpes que les di... cuando comencé a desgarrar sus cuerpos con mis colmillos y mis garras, ¿Escuchaste todo eso, pequeña Ari?— me suelta, acercándose un poco más a mí, y provocando que todos esos recuerdos acudan a mi mente en tropel y que ya no pueda hacer nada para evitar comenzar a temblar —Hueles parecido a tu madre— susurra en mi oído —; me pregunto si tu sabor será también parecido, porque sí pequeña, antes de irme tomé un trozo de cada uno de tus padres por si me daba hambre en el camino de vuelta a mi guarida. — Concluye, alejando su rostro al mismo tiempo que con una mano me acerca los libros —Como decía, me alegra que no te hayas hecho daño, pero debes tener más cuidado a la próxima— suelta como si nada, poniéndose de pie y mostrándome un portafolios —; no llegues tarde a clase señorita Jung, recuerda que este día Mitología II toca dos horas y no quisiera ponerte un retraso— al decir esto, el espectro se da la media vuelta y comienza a caminar pasillo adentro, dejándome completamente en shock; no puedo parar de temblar y un par de lágrimas se deslizaron por mis mejillas sin que yo lo notara. Me siento en una especie de nebulosa, es como si todo esto fuera una pesadilla de la que no puedo despertar... Como puedo, me obligo a reaccionar y a ponerme de pie para dirigirme al baño. Al entrar, le pongo el seguro a la puerta y me acerco a uno de los lavabos para mojarme el rostro, no sin que antes una especie de grito ahogado mezclado con un sollozo logre escapar de mi garganta.

Lágrima de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora