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Suga:

Abro los ojos lentamente y alzo un poco la cabeza; algo burbujea en la chimenea de la esquina, mientras que detrás de mí se escucha el ruido de alguien abriendo puertas... El sanador Choi. Como puedo, giro la cabeza para mirar hacia atrás, en efecto, es el sanador, que se encuentra de espalda eligiendo un par de cosas de una encimera que está empotrada en la pared; quiero incorporarme para ver mejor, pero es hasta este momento en el que me percato de la sensación de que mi pierna izquierda está siendo aplastada.

—Jin...— lo llamo en cuanto noto que está profundamente dormido sobre esa extremidad —Jin. — Repito, y al obtener únicamente un suspiro por respuesta, suelto un resoplido y con la otra pierna lo empujo hasta tirarlo de la cama.

—¡YAH!— grita, poniéndose rápidamente de pie en cuanto regresa a su forma humana.

—En mi defensa te llamé un par de veces y no respondiste— digo, alzando las manos para justificarme —; perdón, pero un rato más así y mi pierna habría terminado morada—

—Ah, perdón— comenta el castaño, rascándose la parte de atrás de la cabeza —; pero de todos modos había formas más decentes de despertarme, vaya animal...—

—Oye, yo no soy el que durmió bajo la forma de un lobo...—

—Se nota que ya se sienten mejor— interviene el sanador desde detrás de nosotros, y al volverme para mirarlo me encuentro con que nos está observando con una ceja arqueada.

—Lamentamos tanto alboroto señor Choi— se apresura a decir Jin, al mismo tiempo en que hace una reverencia.

—No tengo problema, he tenido pacientes más ruidosos— responde el hombre, restándole importancia con un ademán de la mano —; además, eso es señal de que de verdad se encuentran mejor. Tus heridas por ejemplo ya no se ven tan frescas, aunque probablemente tardarán un par de días más en sanar por completo—

—¿Es normal que esté tardando en recuperarme?— pregunta Jin con cierta preocupación.

—Es otra habilidad del Sin nombre; las heridas que produce no sanan con la rapidez a la que un hombre lobo está acostumbrado. Ahora deberían desayunar algo, ten, llénalos con lo que está en la chimenea— responde el sanador, entregándole dos tazones.

—¿No podemos comernos la carne primero?— pregunto, notando inmediatamente el olor a carne cruda.

—La carne no se va a cocer por el hecho de que le pongan líquido caliente alrededor— contesta el señor Choi con serenidad, mientras comienza a machacar un par de plantas secas.

—¿Qué es eso?— pregunto con curiosidad.

—Una mezcla de hierbas para el vidente; las usa para embotellar a los fuegos fatuos— explica, añadiendo ahora otras plantas diferentes y machacándolas también.

—¿Cómo es que funciona?— inquiere Jin, sentándose en la orilla de la cama y tendiéndome uno de los tazones, que ahora además de carne está lleno de un líquido de color café.

—No estoy demasiado seguro de cómo, pero el olor los atrae— responde el señor Choi en tono pensativo —; lo que se hace es colocar un poco del polvo en las botellas y agregar un par de gotas de extracto hecho con flor de luna nueva; al verse humedecida, la mezcla de plantas secas comenzará a despedir un aroma dulce que al parecer le gusta a los fuegos fatuos, que pueden encogerse lo suficiente como para entrar a la botella—

—Pero los fuegos fatuos...— comienza mi amigo, pero el sanador lo interrumpe.

—Tienen la energía suficiente como para quebrar la botella, lo sé. Pero el vidente las prepara de alguna forma para que eso no pase—

Lágrima de lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora