Capítulo LXXII - Morsmordre

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ARESTO MOMENTUM

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ARESTO MOMENTUM

— CAPÍTULO LXXII

M o r s m o r d r e 

El aire de la noche llevaba hasta ellos estridentes cantos mientras volvían por el camino iluminado de farolas, y los leprechauns no paraban de moverse velozmente por encima de sus cabezas, riéndose a carcajadas y agitando animadamente sus faroles. Cuando por fin llegaron a las tiendas, ninguno tenía sueño, y dada la algarabía que se formaba en torno a ellos, el Sr. Weasley accedió a que tomaran todos juntos una última taza de chocolate con leche antes de acostarse.

No tardaron en enzarzarse una agradable discusión sobre el partido. El Sr. Weasley se mostró en desacuerdo con Ron en lo referente al comportamiento violento, y no dio por finalizado el análisis del partido hasta que Ginny se cayó dormida sobre una de las mesillas, derramando el chocolate por el suelo. Entonces los mandó a todos a dormir, poniéndose sus pijamas y subiéndose en sus respectivas literas. Desde el otro lado del campamento llegaba aún el eco de los cánticos y de ruidos incomprensibles.

Hermione, que se había acostado en una de las literas superiores, se encontraba tumbada boca arriba observando la lona del techo de la tienda, viendo resplandecer algunos faroles que pasaban de un lado a otro. Repasó mentalmente algunas de las jugadas más espectaculares de Krum, sabiendo que se moría de ganas de volver a montar en escoba, y no supo a ciencia cierta si se había llegado a dormir cuando, de repente, el Sr. Weasley entró gritando en su habitación compartida.

—¡Levantaos! ¡Ginny, Hermione... deprisa, levantaos, es urgente!

Ella se incorporó de un salto y se golpeó la cabeza con la lona del techo.

—¿Qué pasa? —preguntó con preocupación.

No fue necesario que el Sr. Weasley le respondiera para darse cuenta de que algo malo ocurría: los ruidos del campamento habían cesado sus cánticos, y ahora sólo se oían gritos y los pasos atropellados de la gente que corría. Hermione bajó rápidamente de la litera y cogió su ropa, pero el mayor, que se había puesto los vaqueros sobre el pijama, la detuvo.

—No hay tiempo. Coge sólo tu chaqueta y sal... ¡rápido!

Hermione obedeció y salió a toda prisa de la tienda arrastrando consigo a Ginny, que bostezaba medio adormilada. A la luz de los escasos fuegos que aún ardían pudo ver a gente que corría hacia el bosque, huyendo de algo que se acercaba detrás, por el campo, y que emitía extraños destellos de luz. Llegaban hasta ellas abucheos escandalosos, carcajadas estridentes y gritos de borrachos. Una luz de color verde apareció, iluminando la escena: a través del campo marchaba una multitud de magos, que se movían apuntando hacia arriba con sus varitas. Hermione entornó los ojos para distinguirlos mejor, percatándose de que iban tapados con capuchas y máscaras.

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