Del amor al odio hay un paso. Del odio al amor, hay una aventura.
Hermione Granger y Severus Snape se enfrentan a los ocho años más significativos de sus vidas, los que a su vez cambiarán drásticamente el destino del mundo mágico.
Con el...
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ARESTO MOMENTUM
— CAPÍTULO XVIII —
❝ E p u l u m ❞
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Todo parecía estar maravillosamente preparado para la Nochebuena.
Cada rincón del castillo se encontraba vestido de festividad, adornado de hermosas flores que recubrían con elegancia sus arcos, barandas y columnas, respirándose aquel aire de solemnidad que a cierta castaña tanto le gustaba revivir.
Aquel año, como los anteriores, prometía ser una gran celebración. Hermione jamás se hubiera imaginado pasar las Navidades en un castillo como el de Hogwarts, y menos en la compañía de algunos de sus mejores amigos, sensación que la colmaba por completo de alegría.
Se sentía muy emocionada aquella mañana. Se había levantado muy temprano para mandar a tiempo las lechuzas con los regalos correspondientes: a sus padres, les había enviado una extensa carta en la que se disculpaba por no pasar con ellos las fiestas, aún deseándoles toda la felicidad del mundo en aquellas fechas tan señaladas; en el envío, además, había incluido una corbata elegante y azulada para su padre y un pañuelo precioso bañado de un verde esmeralda encantador para su madre.
También había pensado en sus amigos, en especial Cedric y Susan, a quienes les había mandado un paquete de grageas Bertie Bott de todos los sabores y varias ranas de chocolate, además de las felicitaciones de Navidad correspondientes, deseándoles unas felices y plácidas vacaciones.
Y pese a que la castaña tuviera la más firme intención de, aún con medio castillo dormido, disponerse a enviar la correspondencia, hubo un solo detalle que detuvo su paso fiero hacia el exterior de su habitación: un haz de luz caía justamente sobre aquel condenado ejemplar de tapa celeste que reposaba intacto sobre su baúl.
Habían sido muchos los esfuerzos por controlar sus ganas de saber más acerca de aquel libro que a propia voluntad había alquilado a McAllen con el fin de entregárselo a su profesor de Pociones. Se había jurado a sí misma que ahí lo mantendría hasta que fuera el momento adecuado de entregarlo a su correspondiente receptor, si es que este momento llegara alguna vez... pero en ocasiones, la curiosidad es más poderosa que la propia voluntad.
Aparcando sobre su catre la correspondencia a la que se había dedicado, Hermione dejó que su cordura la abandonara en el mismo instante en que sus dedos tocaron nuevamente aquella tapa repleta de cenefas; cegada por sus ansias de saber, no tardó en enterrar su mirada castaña en las firmes páginas de aquel poderoso libro, recordando con claridad las palabras que el propio McAllen había proferido en dos ocasiones.
Un tomo muy interesante acerca del sueño...
Y la castaña supo que había traspasado la delgada línea que separaba la curiosidad de la grosería cuando, treinta minutos y setenta y cuatro páginas después, Harry y Ron acudieron a su habitación para llevarla a desayunar.