Capítulo LII - Praemunio

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ARESTO MOMENTUM

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ARESTO MOMENTUM

— CAPÍTULO LII —

P r a e m u n i o ❞

Renacer había dolido... o así lo sentía Hermione a medida que su ser se encendía de nuevo tras el que parecía haber sido el sueño más largo y tortuoso de su corta existencia. No recordaba haberse sentido tan adolorida como en aquellos instantes de consciencia: podía sentir como la cabeza le daba vueltas y vueltas sin cesar.

Entretenida en identificar todas aquellas sensaciones que la colmaban por dentro, la muchacha fue capaz de experimentar en carnes propias como sus sentidos empezaban a despertarse de manera lenta y agónica.

Como una brisa embalsamada de vida el aire ingresó de vuelta a sus pulmones, acaparando el espacio en una profunda y curativa bocanada. Con ello, el primero de sus cinco sentidos resurgió, y con un par de entregadas inspiraciones y exhalaciones, un olor distintivo llegó a sus fosas nasales. Era fácil reconocer el aroma tímido y reservado de la piedra lisa que conformaba la estancia a pesar del insistente y característico olor a limpio que tanto le recordaba a los hospitales muggles, tan condenadamente inconfundible que supo enseguida donde, lógicamente, se encontraba.

Con una dilación que a ella le resultó interminable, sus oídos fueron destapándose, dejando pasar el amable sonido del crepitar del fuego a una distancia inconfundible de donde debía encontrarse ella. Sin embargo, su dulzura se veía eclipsada por dos voces que mantenían un animado coloquio entre sí y que, a medida que transcurrían los segundos, empezaban a tornarse familiares para ella.

—Es como si estuviera experimentando la peor resaca de mi vida —fue lo primero que Hermione comprendió de aquella característica y amable voz masculina, a escasos metros de su persona.

—¿Peor que la que tuviste después del día de San Andrés, hace dos años? —comentó otra voz hermosamente femenina entre suaves carcajadas.

—¡Eso no fue culpa mía! —alegó su interlocutor efusivamente, intentando mantener la compostura—. Herbert y Cedric me retaron y tuve que demostrarles que se equivocaban al creerse mejores que yo.

Sintiéndose completamente entusiasmada ante la presencia de aquel par de voces, Hermione hizo un esfuerzo sobrehumano por intentar moverse, por intentar ver algo más que oscuridad a través de aquellos ojos que, pese a sentir mantenerlos abiertos, no le mostraban más que oscuridad. Aunque no era aún capaz de mover ninguna extremidad ni de discernir un solo destello de luz en aquella profunda oscuridad, sí podía sentir como, lentamente, algo empezaba a agitarse en su interior.

—Y para lo único que sirvió finalmente fue para que Maxine se pasara la noche en vela cuidando de ti —añadió aquella muchacha, conteniéndose para no estallar en una sonora carcajada.

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