Del amor al odio hay un paso. Del odio al amor, hay una aventura.
Hermione Granger y Severus Snape se enfrentan a los ocho años más significativos de sus vidas, los que a su vez cambiarán drásticamente el destino del mundo mágico.
Con el...
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ARESTO MOMENTUM
— CAPÍTULO LI —
❝ E v a p o r o ❞
⚡
Habría sido una completa falacia por parte de los chicos negar que, contra todo pronóstico, la vuelta había resultado más sencilla que la partida.
Harry, Susan y Luna dejaron atrás el cuerpo retorcido e inanimado del basilisco y a través de la penumbra resonante regresaron al túnel, oyendo cerrarse las puertas tras ellos con un suave silbido. Tras unos minutos de andar por el oscuro corredor, fueron testigos de como Cedric y Ron habían sido capaces de abrir un agujero considerable en el montón de piedras, y tras pasar a través de él con su ayuda y dedicarse abrazos y muestras de cariño bajo la mirada atenta de un desmemorizado Lockhart que sonreía sin comprender exactamente el motivo, renaudaron su paso acompasado siguiendo el camino hasta la tubería, custodiados por Fawkes, que sobrevolaba el lugar con singularidad en su batir de alas.
Una vez los seis se encontraron frente a la boca de la oscura tubería, inclinándose en un intento fallido por ver la salida, el fénix se posó sobre el hombro de Lockhart, mostrando el brillo latente en sus ojos redondos mientras agitaba sus alas doradas.
—Parece como si quisiera alzarlo del suelo... —objetó Ron, contemplándole con admiración—. Pero pesa demasiado para que un pájaro lo suba.
Luna sonrió, acariciando tiernamente la cabeza del animal con la yema de los dedos, manteniéndose de puntillas para alcanzarlo.
—Fawkes no es un pájaro corriente —esclareció ella mientras el fénix parecía gorgojear, complacido por aquellas muestras de afecto.
Comprendiendo a la perfección las palabras de su compañera, Harry se guardó la espada y el sombrero en la cinta del pantalón que le rodeaba la cintura, mientras Cedric contemplaba fascinado como Fawkes, tomando a Lockhart por el cuello de la túnica, lograba alzarle del suelo.
Sin pensárselo dos veces, el Hufflepuff se prendió de los tobillos del profesor y se dejó elevar por la desmesurada fuerza del animal, viendo como sus propios pies dejaban de mantener contacto con la superficie.
—¡Vamos, chicos! —vociferó, dedicándoles una sonrisa satisfecha a sus compañeros—. ¡Agarraos!
Sin nada que objetar por su parte, los cuatro rápidamente se repartieron: de su pierna derecha se prendió Harry, quien envolvió a Luna con su brazo restante, asegurándola a él, y la izquierda fue tomada por Ron, quien cargaba con Susan sobre la espalda, dejándose rodear por sus brazos en un agarre cálido.
Una extraordinaria luminosidad pareció extenderse por todo el cuerpo del ave, y en un segundo se encontraron subiendo por la tubería a toda velocidad, sintiendo como el aire helado les azotaba el pelo.