Capítulo XVII - Avifors

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ARESTO MOMENTUM

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ARESTO MOMENTUM

— CAPÍTULO XVII — 

A v i f o r s

Necesitaba con urgencia huir de ese lugar, como nunca antes lo había sentido.

La castaña abandonó precipitadamente las mazmorras para encontrarse completamente desubicada en el vestíbulo principal, analizando aún en caliente todo lo ocurrido... cada palabra proferida por el profesor y por sí misma, cada gesto... cada puñalada directa a su estómago sangrante.

Le resultaba imposible entender el porqué de su descarada respuesta ante una propuesta, por otra parte, tan noble como lo era la suya. ¿Es que acaso Snape la odiaba más a ella que al resto de los mortales? Y si así era... ¿por qué?

La muchacha suspiró con pesadez, dejando que la angustia fuera abandonando lentamente su cuerpo inestable. Deseaba con todas sus fuerzas tener a Susan junto a ella en momentos tan duros como aquel, pero debía resignarse: hasta la vuelta de las vacaciones, no tendría a su amiga a su lado, por más que la necesitara.

Decaída por todo lo acontecido, Hermione, sin saber qué hacer a continuación, dejó que su paso decidiera por ella: sus piernas la condujeron hasta el gran portón que aún la separaba del exterior, y con pocas ganas, consiguió alcanzar los jardines, entre los que se dejó perder sin importarle lo más mínimo su rumbo.

Ya nada le parecía tan hermoso como antes. Contemplaba como las mimosas, elegantemente brotadas y abundantes por allí donde fuera, se desprendían delicadamente de sus ramas para emprender su viaje por los aires, alcanzando los cielos... pero su belleza apenas la conmovía.

No sentía más que indiferencia por todo lo que la rodeaba. Se encontraba como una flor marchita en mitad del campo, solitaria y apesadumbrada.

Se dispuso a dejarse caer sobre el césped helado, abandonándose de una vez por todas, pero antes de que pudiera proceder con su último deseo, escuchó un sutil murmullo que procedía de algún lugar cercano a su posición.

Con la curiosidad a flor de piel, la castaña reanudó su paso, siguiendo aquel ligero sonido que la condujo unos metros más allá de dónde se encontraba.

No pudo evitar sorprenderse al reconocer aquellos cabellos rubios y ligeramente alborotados que el muchacho solía lucir.

—¿Malcolm? —exclamó ella en voz alta.

El Hufflepuff clavó rápidamente sus ojos marrones sobre la figura de la muchacha, y transcurridos unos pocos instantes, le dedicó una entregada sonrisa.

—¡Hermione! —respondió éste, alzándose del suelo y colocándose frente a ella—. No sabía que te quedarías en el castillo durante las vacaciones de Navidad.

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