Capítulo III - Nox

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ARESTO MOMENTUM

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ARESTO MOMENTUM

— CAPÍTULO III —

N o x ❞  

Como una sombra distinguida entre la luz tenue que emanaba de las antorchas de las mazmorras, Snape cruzaba en dirección a su despacho con la espalda recta y viendo al frente, de una forma tan silenciosa que parecía que flotara sobre el suelo. La larga y negra capa que colgaba elegantemente de sus hombros revoloteaba al son de su paso, y sus cabellos negros atizaban delicadamente su rostro, como si quisieran ocultarle a un público ausente el tormento que se veía reflejado en sus facciones cetrinas.

Era evidente que aquella primera noche no había sido un buen comienzo. El cubo de agua helada que la realidad había dejado caer sobre él todavía lo mantenía congelado, viéndose obligado a ser de los primeros en retirarse del Gran Comedor después de aquel, para él, fatídico inicio.

Finalmente se había reencontrado con el rostro de Harry, confirmando todas las sospechas que durante años había infundado acerca de él: aunque hubiera sido desde la lejanía, había sido suficiente como para reconocer en su aspecto la soberbia de su padre, a quien aún guardaba resquicios de un odio que en su día había sido desmedido. Sin duda alguna, el pequeño era la viva imagen de James, con una poderosa excepción que para Snape no había pasado inadvertida: sus ojos brillaban en un verde esmeralda cautivador, idéntico al que lucían los ojos de Lily. Rememorar aquel singular detalle todavía se sentía como un cuchillo que le atravesaba ferozmente el pecho, recreándose en su herida, y el temor a sentirse aún vulnerable lo torturaba. Quizá no estaba realmente preparado para enfrentarse tan pronto a la amarga realidad, aunque desde hacía años pensara lo contrario, ansiando el momento que acababa de vivir.

Abatido y atosigado por sus propios pensamientos, Snape se adentró en la solitud de su despacho, cerrando la puerta tras de sí, se dejó caer sobre uno de los sillones que acompañaban la distinguida chimenea y se apretó el puente de la nariz con exasperación, a medida que las imágenes se repetían incansablemente una y otra vez en su cabeza. No había sido capaz de prestar su atención a cualquier otra cosa desde que la nueva promoción había irrumpido en el Gran Comedor, y probablemente no sería capaz de olvidarlo durante las horas de sueño que, por supuesto, no conseguiría dormir... o al menos así lo creía hasta que, como un haz de luz entre las tinieblas, apareció en su mente el recuerdo de aquellos curiosos ojos marrones.

—¡Granger, Hermione!

Hasta entonces no se había parado a pensar en porqué se había abstraído de tal forma en aquella muchacha de cabellos rizados y alborotados y rostro ovalado. El nerviosismo que, por más que la chica tratara de ocultar, le salía a flor de piel, no pasó desapercibido para él, e inevitablemente se sintió identificado con ella. Le infundía una sensación muy parecida a la empatía, pues aún podía recordarse a sí mismo en el mismo contexto, esperando con impaciencia su turno para ser seleccionado en alguna de las cuatro casas: un pequeño Severus Snape apunto de ser sentenciado a su propio destino y todo lo que ello había conllevado hasta ahora.

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