Capítulo LXXXI - Offero

424 36 14
                                    

ARESTO MOMENTUM

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

ARESTO MOMENTUM

— CAPÍTULO LXXXI

❝ O f f e r o❞

Al levantarse el domingo por la mañana, Hermione prestó tan poca atención al vestirse que tardó un rato en darse cuenta de que estaba intentando meter un pie en el sombrero en vez de hacerlo en el calcetín. Había aguantado despierta hasta tan tarde, dándole vueltas a lo sucedido la noche anterior, que apenas había podido conciliar el sueño.

Cuando por fin se hubo vestido, acertando con todas las prendas, salió aprisa a buscar a Harry, y se lo encontró con Susan en la mesa de Gryffindor del Gran Comedor. Al igual que ella, sus amigos se sentían demasiado intranquilos para comer, por lo que se forzaron a beberse sus respectivos zumos de calabaza mientras pensaban cómo podrían someter al dragón durante la primera prueba. Como no se les ocurrió nada, fueron a la biblioteca, donde cogieron cualquier libro que vieran sobre dragones y formaron una alta pila sobre una de las mesas del fondo.

—«Embrujos para cortarles las uñas»... «Cómo curar la podredumbre de las escamas»... —suspiró Susan, dejando caer el libro sobre la mesa—. Esto no nos sirve. Es para chiflados como Hagrid que lo que quieren es cuidarlos...

—«Es extremadamente difícil matar a un dragón debido a la antigua magia que imbuye su gruesa piel, que nada excepto los encantamientos más fuertes puede penetrar...» —leyó Harry, con un ánimo muy parecido al de su compañera—. Pues sí que pinta bien la cosa...

Hermione había traído consigo un buen número de libros de hechizos, tratando de encontrar alguna alternativa.

—Bueno, están los encantamientos permutadores... pero, ¿para qué servirían? A menos que le cambiaras los colmillos por gominolas, haciéndolo menos peligroso... —divagaba ella en voz alta—. Si el problema es penetrar la piel del dragón, lo mejor sería transformarlo, pero siendo una bestia tan grande, dudo incluso que la profesora McGonagall fuera capaz de ello... ¿y si se encantara uno mismo? Tal vez para adquirir más poderes. Claro que no son hechizos sencillos, y no los hemos practicado en clase...

Harry dejó caer su libro sobre la mesa, exasperado.

—No puedo más —sentenció, notando una especie de zumbido en los oídos que no le dejaba concentrarse—. Esta prueba acabará conmigo antes de empezar.

Susan, viéndole tan susceptible, se acercó a él y le posó la mano sobre el hombro.

—Tranquilo, Harry —le susurró con dulzura—. ¿Qué te parece si damos un paseo por el Lago? Seguro que un poco de aire fresco te sentará bien.

A pesar de lo abatido que se sentía, el muchacho asintió tímidamente con la cabeza.

—Sí... quizá sea lo mejor.

Aresto momentumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora