𝖮6; 𝖤𝗑𝗍𝗋𝖺𝗇̃𝗈 𝖺 𝖳𝗈𝗋𝗆𝖾𝗇𝗍𝖺.

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Astrid;

Era una mañana casí normal en Nuevo Berk, ya paso 1 año desde la muerte de Estoico y 5 meses desde que nuestros amados reptiles se fueron al mundo oculto, aunque los extrañemos tenemos que seguir adelante.

Hace unos días Hipo y yo por fin aceptamos casarnos, solo 2 meses después de la partida de los dragones, desde entonces he tenido el apoyo de Hipo en todo, y por supuesto que le doy mí apoyo en todo.

~Lo extraño Astrid..

Escuche esa melancólica voz de mí amado mientras se despertaba, siempre desde que nos casamos me desperté primero qué él.

~Y yo a Tormenta, pero Hipo, tenemos que salír adelante por ellos. Ellos hicieron mucho por nosotros y ahora, nos toca hacer nuestra parte de evitar su extinción.

Tome la barbilla de mí amado, miré sus penetrantes ojos con entusiasmo de verlos una vez más, le di un ligero beso en la frente, para abrir mís brazos en señal de que lo abrazaría. Él hundió su cara en mí pecho abrazandome de la cintura, sentía las lágrimas caer de sus ojos, no pude evitar y también solte las lágrimas. Plante un beso en el cabello de mí castaño mientras soltaba las lágrimas y acariciaba su cabello.

~Se que la extrañas, la estrañas más que yo a Chimuelo.

Pronunció esas palabras como el día que nos casamos, la vez que estabamos mirando el barranco, a dirección en la que el Alpha se llevó a todos los dragones del mundo a su verdadero hogar, así pueden continuar su reproducción y evitar su desaparición.

~Tenemos que irnos..

~Lo se..

Ambos susurramos, evitando continuar con las lágrimas, él se separo de mis brazos, se levanto de la cama limpiando sus lágrimas, lo imite, ambos nos pusimos las armaduras y las capaz de jefes, últimamente ninguno de los dos desayunaba, simplemente nos saltabamos eso del día. Continuamos con nuestro día a día, recolectando comida para las nevadas, solucionando problemas, planeando defensas en caso de ataques, entre tanto.

La gente miraba mí estómago plano, susurraban cosas, algunas audibles y otras no, pensában que él Jefe no podía tener hijos o yo no podía concedirle un heredero. Ellos no tenían ni idea de lo estresante que era manejar un pueblo entero, no tenían ni idea de como era cada mañana en nuestro hogar, no tenían ni idea de que era ser nosotros. También miraban a los que alguna vez fueron los Jinetes de Dragones los guerreros más jovenes de Berk, decían que colgamos las sillas de los dragones porque nunca los pudimos manejar, que ellos amenazaban con nuestras vidas, o algo así. Ningún jinete se salva del infierno que ahora vivimos.

Por fin llego la hora del almuerzo, estabamos solos en el gran salón nadie comía, solo miraban sus platos desganados.

~Deben comer muchachos, se moriran de hambre.

~Ahora no Bocón.

Contesto Brutilda, aunque el anciano tenía razón, bajamos de peso, teniamos que comer para no morir.

᭙ꫝꫀ𝘳ꫀ ꪀꪮ ꪮᥒꫀ ᧁꪮꫀ᥉. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora