Lo que está muerto no puede morir

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Lo que está muerto no puede morir
Por ello la sangre de los muertos ofrezco
Lo que está muerto no puede morir

Doyoung se despertó sobresaltado. Aún no era de día y las llamas de las hogueras seguían ardiendo. El azul de la noche ya no er aún azul claro y empezaba a aclararse, estaba en el momento en el que el tiempo parecía pararse y el cielo u la tierra se convertían en uno solo. Se incorporó de la cama procurando que John no despertase.

Lo que está muerto no puede morir

Seguía escuchando esa voz, era la de un joven y la conocía pero no podía identificarla. Sonaba un poco distorsionada como si llevase una máscara o una prenda que no le permitiera hablar con claridad.

El rey salió de la cábaña en busca de esa voz. Sus piernas se movían solas y le dirigían a un lugar desconocido. Había dejado de lado el calzado y apenas una túnica blanca le cubría el cuerpo. Cualquier persona que le hubiera visto habría pensado que era el espíritu de unas diosas vagando por la playa. Doyoung no estaba completamente consciente, era como si su poder se hubiera apoderado de él como si le quisiera mostrar algo. Su brazo (El cual tras dejar la maldición, había recibido el poder de las diosas) resplandecía de un tono azul en vez de su típico tono dorado. Sus ojos pudieron ver un brillo a lo lejos del mismo tono, del mismo azul que su poder. 

No tengas miedo de los muertos 

La voz provenía de ese sitio, provenía de ese resplandor a lo lejos de la playa.  Doyoung recuperó la conciencia y aceleró sus pasos hasta aquel lugar. Le estaba llamando como una vez la Espada Maestra había llamado a John. 

¿Quien eres?– Era absurdo preguntar, sabia que aquello no era una persona. Era algo distinto, algo similar al poder de las diosas. No obtuvo ninguna respuesta, lo único que logró fue que el brillo aumentase más y más. 

Y cuando alcanzó ese lugar se dio cuenta de que la luz no provenía de ningún objeto. No era algo que pudiera haber visto nunca. La luz provenía de una especie de brecha, similar a una ventana. Como si el aire fuera una gran cortina y alguien hubiera cortado parte de esa cortina. 

En esa brecha se podía ver un lugar parecido a Onaona pero no era igual, era de día y los barcos llenaban el mar. Hacían décadas desde la última vez que vio un barco zarpar, era como si estuviera viendo otra realidad. 

¿Qué es esto?– Doyoung se giró para intentar averiguar si era una especie de efecto óptico pero algo le decía en su interior que lo que estaba viendo era real. 

Es un destello. Brechas entre diferentes realidades, sólo aquellos con el poder de la flecha pueden ver los destellos– Cuando Doyoung se volvió a girar, aquella luz que le enseñaba un mundo distinto ya no estaba. Enfrente suya estaba Donghyuck pero no era él, su rostro era igual, sus ojos también pero no era él. La forma de vestir, su mirada, la ausencia de cicatrices en su rostro... Aquel no era el mismo chico que conoció, no era el Donghyuck hijo de las gerudo. 

Donghyuck, no, tú no eres él– El chico se sorprendió al escuchar ese nombre.

Conoces mi nombre, pero no dejes que tus ojos te engañen. Soy el chico que conoces pero de otro tiempo, de otra realidad. No busco que comprendas esto, el destello ha aparecido ante ti por una razón: Debes de buscar al chico con mi mismo rostro, la respuestas se encuentran donde esté él.– Doyoung se acercó intentando evitar que Donghyuck siguiera retrocediendo. Tenía muchas preguntas pero el chico fue absorbido por la luz del destello desaparecido antes de que el rey pudiera hacer algo. 

Aunque al acercarse demasiado él también terminó dentro del destello. Cuando la luz dejó de cegarle se encontró a si mismo en un camarote, su pelo estaba mucho mas corto. No tenía ni cuernos ni ningún signo de poder, sólo una daga en la cintura. Se quiso acercar para hablarse a si mismo pero la luz le volvió a cegar. Esa vez estaba en un despacho, unos pergaminos con embarcaciones se desplegaban sobre la mesa. Doyoung llevaba el pelo negro recogido en una cola mientras parecía investigar unas cartas de navegación. No se movió por miedo a volver a cambiar de realidad pero fue inútil. 

Cuando volvió a abrir los ojos ya no estaba en otra realidad sino en una de sus peores pesadillas. Estaba sumergido en el rio y enfrente suya, cubierto de sangre se encontraba el Lobo Blanco quien había vencido. Aquella era otra realidad, una realidad en la que en su enfrentamiento consigo mismo había ganado la oscuridad. 

Fue después de esa realidad que consiguió salir del bucle el cual el destello le había introducido. Cuando se incorporó se encontró un espejo con unas inscripciones en clásico. Decía "Bajo los rayos de la luna una brecha pude determinar los pasos de las diosas"

Era la parte de un espejo, uno que conocía por los libros de los Sheikah. Un espejo que se había destruido siglos atrás pues el príncipe gerudo intentó invocar las fuerzas oscuras de otros mundos para derrocar el poder de las diosas. ¿Acaso el propio Donghyuck le había advertido de algo que podría ocurrir en el futuro mediante ese instrumento? No comprendía bien lo que el chico le había dicho, lo único que tenía claro era que su viaje pasaría a dirigirse a la ciudad Gerudo. 

Guardó el espejo y cuando se dirigió a la cabaña se encontró con la niña. Sentía que los ojos de Riu se habían vuelto azules (cuando los ojos de la niña en realidad eran del mismo tono que las avellanas) 

¿Qué era eso?– Doyoung se sorprendió, aquella niña era diferente a cualquiera. –He escuchado una voz, parecía tu voz.– Doyoung no respondió, no sabía que debía decir a la niña. Esta se acercó y tocó el pecho del rey, tocó en el mismo lugar donde este había guardado el espejo. Los ojos de la niña brillaron con más intensidad, como si estuviera usando algún tipo de poder. 

–¿Lo has visto? ¿Has visto el destello?– Preguntó el rey. La niña asintió ante las palabras del alto, quien no paraba de preguntarse quién era verdaderamente esa niña.  

Creo que tendrás que venir con nosotros. Eres especial, diría que eres una bendición de las diosas.– La niña abrió sus ojos como platos ante las palabras del rey. Sus ojos dejaron de tener el brillante color azul que repentinamente habían adquirido y volvieron a la normalidad. –¿Te importaría acompañarnos un poco más? Cuidaremos de ti, pero si no te sientes cómoda con nosotros puedo pedir a Impa que cuide de tí. Es una buena amiga, es joven pero se comporta como una madre con todo el mundo que la rodea.– La niña negó ante lo último, sonreía ante el repentino nerviosismo que había inundado al rey por temer a que la niña no quisiera acompañarles. 

No, les acompañaré. Me salvasteis y me disteis un nuevo comienzo, estoy dispuesta a seguirle pase lo que pase– Doyoung sonrió ante las palabras de la niña y peinó alguno de sus rizos pelirrojos que se habían revuelto. 

Riu, no hace falta que me hables de forma formal. No tienes que hablarme como si fuera el rey sino como un amigo.– La niña asintió y sujetó la mano del alto. Juntos volvieron a la cabaña, John se acababa de despertar y el mayor aún tenía resaca después de las bebidas de anoche. Doyoung dejó a la niña en la habitación para que pudiera descansar un poco y se acercó a su pareja quien permanecía en la cama sujetando su cabeza debido al dolor. 

John no se había vestido y la luz que comenzaba a aparecer por las ventanas desvelaba alguna que otra marca que el pelinegro había recibido de la otra noche. Doyoung se acostó en la cama y puso su mano en la cabeza del mayor para aliviarle el dolor. Tener una pareja con poderes era una ventaja en esos momentos. 

John quiso hablar pero cuando vio los ojos de Doyoung supo que algo ocurría. 

–Debemos partir a la Ciudad Gerudo– 

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora