Las cuatro pruebas

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Tus ojos miraban a los pergaminos como si aquello fueran tesoros.
Quería que me mirases así.


El solsticio de verano había llegado, tan solo quedaba dos semanas para el examen y Doyoung cada día estaba más nervioso. Arkadia estaba de celebración, cada año se hacía una gran competición que consistía de 4 pruebas. Una en honor a cada diosa. El pelinegro no podía participar, se requería cumplir la mayoría de edad. Además aquellas pruebas eran muy arriesgadas y ya solo por participar uno demostraba su gran valor. Una tarde después de volver del entrenamiento se topó con John observando el poste donde se apuntaban los participantes. Ese año no eran muchos, el año anterior una joven había sufrido un accidente luchando contra una de las bestias y aquello había atemorizado a toda la aldea.

John observaba detenidamente aquél papel. Las cosas no iban lo suficientemente bien en su familia. Su padre llevaba mucho tiempo retirado como para volver a trabajar. Su madre había conseguido hacerse hueco en una casa de curanderas pero solo las mujeres podían trabajar allí. Si ganaba podría ganar rupias suficiente para subsistir durante un año. Sin pensarlo un segundo más apuntó su nombre bajo el de los otros 4 contrincantes.

-El pacífico John Seo apuntándose a las pruebas del solsticio.- El castaño se asustó al ser descubierto por su mejor amigo.

-No quiero que mi madre trabaje horas de más- Admitió, Doyoung le sonrió ante ello. Debía de estar agotado. Aún llevaba la armadura plateada de los caballeros y su pelo estaba aplastado por el sudor.

-Estoy seguro que lo harás bien. El arco siempre se te ha dado mejor que a mí y eres el más valiente de toda Arkadia. Solo necesitas que te enseñe a manejar la espada.- Aunque Doyoung no lo supiera aquello no era un gran problema para él. Su padre le había instruido lo básico. Aunque aquello había parecido quitar la ansiedad que inundaba al menor por lo que aceptaría sus consejos.

-Lo que voy a necesitar es tu ayuda con la prueba de la sabiduría. No entiendo nada de textos ancestrales.- Una sonrisa inundó el rostro del menor. Amaba traducir textos ancestrales.

-No hay tiempo que perder, aún tenemos 3 días para prepararte.-

Por las tardes acompañaba al menor a los entrenamientos, allí le enseñaron a perfeccionar las técnicas de lucha que su padre le enseñó. Mentiría si dijera que no disfrutó aprender aquello. El entrenamiento para convertirse en un caballero era proceso muy duro pero sentía que lo llevaba en la sangre. Lo tedioso fue las noches de estudio. Doyoung le entregó una enorme pila de textos ya analizados por él. En ellos se contaba la historia de Porthaven y todas las batallas que se habían lidiado, todas las uniones políticas e incluso se mencionaba a algún que otro héroe. Cuando se los dió, John estuvo a punto de rendirse. Bastó con ver la cara del mayor como para que Doyoung se pusiera a reírse. Para alivio del mayor Doyoung acudiría cada noche para ayudarle en el estudio.

Los tres días pasaron rápido pero sirvieron para tranquilizar al alto. Se enfrentaría a las pruebas sabiendo que estaría apoyado por el aprendiz de caballero. Doyoung llegó muy temprano a su casa, llevaba su típica camisa blanca junto a los pantalones negros que hacían juego con su pelo. Ayudó al mayor a ponerse la equipación para las pruebas. Aquél día se celebraría la prueba de fuerza y del valor. Si salía bien parado de aquellas dos, el resto del camino sería mucho más fácil.

-Deberías llevar más veces armadura, te ves muy bien.- John rió ante el comentario del pelinegro y se puso de rodillas.

-Hermoso caballero, ¿aceptaría mi mano si hoy gano?- Dijo irónicamente mientras sujetaba la mano del menor.

-Gana y después hablamos-

Mentiría su dijera que no tenía miedo. Tendría que enfrentarse contra una bestia pero no adivinaba cuál era. Eran 8 participantes y solo 2 habían conseguido salir victoriosos. Aún quedaba John y otra joven. Cuando dijeron su nombre el castaño se despidió de Doyoung que le observaba partir angustiado. Creía en él pero eso no quitaba el miedo que tenía por si le ocurría algo.

El camino fue en solitario, al lado de la muralla se encontraba un extenso calabozo. Allí le esperaba un guardia, le indicó el camino y le deseó suerte. Cuando entró las puertas de metal se cerraron sonoramente tras su espalda. Al fondo del edificio se encontraba un enorme centauro. Iba armado y su mirada se asemejaba a la de una bestia salvaje. Nunca se había topado con uno, sí que había leído textos sobre ellos. Hacía siglos que habían perdido la humanidad y se habían convertido en agresivas bestias. Sus ataques eran repetitivos pero muy dañinos. Bastaba con un golpe de sus mandobles para caer inconsciente. Para milagro del pelinegro los centauros no eran carnívoros, podría caer herido pero era imposible morir por culpa de uno de ellos. Estos solían atacar cuando se veían invadidos y se calmaban cuando su víctima desaparecía o quedaba inconsciente.

John no podía arriesgarse a aquello, tendría que vencer a aquella bestia.

Doyoung no volvió a saber nada del castaño hasta que la luna resplandeció en el horizonte. Llegó con el peto roto y uno de sus brazos estaba vendado. El pelinegro se acercó corriendo asustado por las condiciones en las que se encontraba el mayor.

¿Qué ha pasado?— Doyoung sostuvo el brazo del mayor. No parecía haber sangre pero la mueca de dolor que mostró el castaño delató su dolor.

Un centauro. La prueba de fuerza fue un centauro.— La cara de sorpresa del menor fue todo un poema. Era evidente que las pruebas no iban a ser fáciles pero aquello era muy fuera de lo común. —La prueba de valor fue cruzar un laberinto subterráneo con algún que otro monstruo. Esa fue mucho más fácil.—

Doyoung aún era incapaz de respirar con alivio. No entendía la brutalidad de aquellas pruebas, no si el precio era tan bajo.

Es demasiado. Podrías haber muerto— John rió con cansancio.

No, el centauro era imposible que me matase. Y el laberinto tenía puntos de descanso.— John empezó a sentirse mal, pese a que él estuviera bien Doyoung seguía tenso.

Avergonzado no pudo evitar abrazarlo durante un breve tiempo. Solo entonces el menor respiró con calma. John era real y estaba junto a él.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora