Caminos de fuego y besos

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Doyoung se despertó con un gran dolor por todo el cuerpo. Sus ojos picaban como si hubiera pasado toda la noche llorando. Los brazos de John le rodeaban, si apoyaba su cabeza en el pecho del alto podía sentir el latido regular de él. Debía de ser demasiado temprano, tanto que ni los rayos de sol se habían atrevido a adentrarse en la habitación.

Una semana atrás se alejaron De la Villa minera. Ya habían encontrado lo que necesitaban, Temari prometió encargarse de desenterrar a la bestia divina y Doyoung le entregó varios pergaminos con todo lo que había a investigado sobre esta.

Aquella bestia de metal celestial debía de ser Rudania, el gran lagarto de fuego. Al igual que Ruta utilizaba el agua para canalizar su poder, Rudania usaba la lava del volcán. La lider De la Villa minera se arrepintió de haber dejado solos a ambos jóvenes al enfrentarse a un mal de tal envergadura. Encargarse de Rudania era lo único que podía hacer como agradecimiento.

John y Doyoung no tardaron mucho en partir del lugar. Al alto no le gustaba estar cerca de la cueva en la que Doyoung se había trasformado en el Lobo Blanco. No era bueno para ninguno de los dos, no sabía qué podría hacer para que el príncipe no perdiese el control. Solo se le ocurrió volver a Kakariko.

No tardaron mas de dos días en volver, Doyoung se mantenía risueño como si todo lo ocurrido en la cueva hubiera sido un sueño. Cada vez le costaba mas responder a las palabras de John sin poder pensar en lo ocurrido, sentía que su cuerpo ardía a la mínima que dejaba que su imaginación tomase rienda suelta.

Nada mas llegar Impa y la sacerdotisa se llevaron a Doyoung y mandaron lejos a John. El pelinegro se quedó preocupado en la casa que semanas antes habían estado residiendo. La preocupación invadía tanto al pelinegro que no podía pasar un día sin que estuviera quieto. Se dedicaba a ayudar a los agricultores a cargar con la cosecha que recogían, por las tardes jugaba con los niños de la aldea que solían quedarse embobados con el pelo de John. Era raro ver a un hombre con el pelo negro en un lugar donde todo el mundo llevaba el cabello blanco.

Siempre que volvia a la pequeña casa tenia que pasar por el consejo Sheikah, donde vivía Impa y donde se encontraba Doyoung. Todos los días se acercaba preguntando por el príncipe y cada vez que lo hacia aparecía Impa malhumorada mandando al joven que se alejase. ¿Sabia la mujer que había besado al príncipe? Impa se había acostumbrado a mirarle de forma fría y llena de furia. De la misma forma que le miraba su madre cuando se comía la tarta de manzanas que iba a ser para un vecino. Parecía que Impa le estaba riñendo.

Una tarde antes de tocar la puerta fue abierta por la sacerdotisa. La bella mujer le sonrió y le pidió que le acompañase. Fueron caminando despacio por los arrozales del lugar hasta que ella se detuvo. Se giró y tapó su sonrisa con la palma de su mano, intentando hablar sin reír.

-Impa está muy enfadada contigo pero no te pregunto, en cuanto Doyoung despierte se le pasará - John se alertó ante las palabras de la sacerdotisa, ¿Doyoung estaba tan mal?

-Que le ha pasado, necesito verlo- El alto comenzó a ponerse nervioso, le costaba respirar. Necesitaba ver al príncipe.

-Calma, Doyoung se encuentra bien. Hemos sellado la maldición es por ello que ahora descansa. Pero no es de eso lo que quiero hablar contigo, quiero averiguar porqué eres el protagonista de todos los sueños del príncipe.- Nada más decir aquello John se sonrojó completamente. La sacerdotisa río ante la reacción de John, aquello parecía divertirla.

-¿Sabes lo que ocurrió?- Preguntó con miedo el pelinegro. Ella asintió.

-Soy una sacerdotisa, un sentimiento tan puro como el que ambos comparten es evidente para mí. No temas por la reacción de los demás, aquí siempre seréis acogidos. Impa no está enfadada por eso sino porque Doyoung tenga que enfrentarse a su destino. Ella pensaba que si le protegías eso sería evitable pero uno no puede eludir su destino-

Aquello hizo sentir a John como un inepto. Nunca podía proteger al príncipe, había sido Doyoung quien le había cuidado todo el tiempo.

-Que es eso de su destino, ¿Quién es realmente el lobo blanco?-

-Doyoung es hijo de las diosas pero también es mortal. Mitad deidad, mitad hombre. Su parte celestial le inclina hacia el bien pero su parte mortal es libre. El cataclismo era un ser similar a Doyoung, un ser que en vez de luchar por el bien se rindió ante el mal y este se apoderó de él.-

-Estas diciendo que Doyoung se puede convertir en un monstruo- La sacerdotisa asintió y tomó la mano de John

-Pero eso solo ocurrirá si se rinde, si deja de ver la belleza de lo bueno. Mientras estés a su lado es imposible que Doyoung caiga ante lo malo. Tu le devuelves la luz, por ello debes cuidarlo y protegerlo-

-¿Volverá el Lobo Blanco?- John no quería perder al príncipe. No quería que el mal se apoderase de él.

-Seguramente y la próxima vez no podremos hacer nada para evitarlo. Doyoung está dividido en dos partes y ambas se enfrentarán hasta que una de las dos salga victoriosa. Solo esperemos que sea la parte buena la que perdure. Sino, el Lobo Blanco tomará el poder y no volverá el Doyoung que conocíamos.-

John se despertó cuando los rayos del sol le comenzaron a cegar, Doyoung estaba dormido y las ojeras en su rostro cada vez eran mas notables. Habían pasado solo dos días desde que Impa le había dejado volver a los brazos de John. En el brazo donde antes estaba la marca del demonio ahora había un tatuaje con unas runas que lo rodeaban evitando que la marca pudiera expandirse. Aquello era una solución temporal, todos lo sabían.

Doyoung se despertó de nuevo, esta vez ya había amanecido y John se encontraba despierto. El alto acariciaba el pelo del príncipe con la misma delicadeza que si fuera seda. Doyoung comenzó a besar despacio el cuello de John despacio haciendo sufrir a John quien no podía esperar ni un solo segundo mas para atrapar sus labios.

-Necesito que me digas cómo consigues verte siempre tan guapo y sin ningún arañazo mientras que yo no puedo hacer nada sin que me dañe- John resguardo el rostro del príncipe entre sus manos. Este estaba encima suya la túnica le estaba enorme pues era la de John. Sus manos acariciaban el cuerpo del alto con la misma curiosidad que si fuera un libro.

-Puede que sea porque siempre estas cuidando de mí.- John volvió a besar la príncipe hasta que sintió que era necesario parar.

-Va siendo hora de que empieces a ser bueno conmigo-

Aunque John no pudo hacer nada, Impa había llegado en el momento exacto para evitar cualquier cosa que ocurriese entre los dos. Como había hecho desde que dejó que Doyoung volviera a la casa donde John se encontraba

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora