Los pasos hacia el pasado

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En algún momento mientras subían las escaleras del castillo, la niebla formó un gran muro e impidió el paso de los guardias. Sólo John y Doyoung pudieron continuar, mientras ellos observaban a los dos elegidos alejarse.

No os preocupéis, lo lograrán. En unos minutos volverán junto a la reina– El resto de los soldados se quedaron observando. No podrían hacer otra cosa que esperar.

John caminaba delante del príncipe. Doyoung caminaba más rezagado, como un niño pequeño con miedo a la oscuridad. La mano del alto le guiaba por las oscuras escaleras del castillo.

No se veía nada, tan solo el azulado filo de la espada maestra. Era la única capaz de traer luz, las antorchas que trataban de encender terminaban apagadas por la niebla en apenas segundos.

Los pasos de ambos seguían un compás idéntico al corazón que palpitaba. Corazón que llevaban escuchando desde la llegada de ambos jóvenes, corazón que cada vez se escuchaba más alto.

Doyoung trataba de calmarse, si no lograba relajarse no podría controlar su poder. No quería causar ningún tipo de daño por culpa de no mantener el control. Se encontraban en unas escaleras que utilizaba el servicio para llegar mas rápidamente a las salas del palacio. Se diferenciaban enormemente de los pasillos que utilizaban normalmente los altos cargos y la reina. Aquellos pasillos no estaban decorados, eran fríos lugares edificados en piedra.Pasillos que no solían aparecer en el mapa del castillo. 

John había crecido entre esos pasillos. Aun los recordaba como si estuvieran impresos en su mente con fuego ardiente. Recordaba deambular de pequeño por aquellos pasillos, cuando su padre trabajaba para la reina. Sus primeros ocho años de vida los había pasado entre aquellos muros. Su madre siendo curandera y su padre siendo el guardia real de la reina. Mientras los niños jugaban al escondite, él se dedicaba a recorrer aquellos pasillos tratando de encontrar misterios. Innumerables eran las veces que era regañado por desaparecer durante horas, aunque la reina siempre le mimaba y alababa la capacidad del pequeño por ser tan avispado. 

Separarse del castillo fue uno de los cambies mas radicales de su vida. Dejó de vivir en un. lugar inmenso para pasar a dormir en una pequeña cabaña en un pueblo alejado de todo lo que conocía. Sin nadie que conociese, sin niños con los que jugar sin que le mirasen de forma extraña. No les gustaban los niños que provenían del palacio, temían de ellos. John pasaba los días encerrados en su casa, enfrascado en los libros de medicina que su madre albergaba en su pequeña biblioteca. Solía acompañarla a realizar curaciones y algunas veces recogía las hierbas medicinales que le pedía. Su padre no solía estar muy presente. Aunque no era un hombre de quedarse en un sitio y por ello fueron capaces de comprender al hombre. 


Conocer a Doyoung fue como encontrar un diamante enterrado en carbón. 

Las noches en Arkadia eran agradables. El calor desaparecía y un manto de estrellas le acogía con los brazos abiertos. Las estrellas era lo mejor de aquella aldea. Era algo único de Arkadia. En el castillo eran muy difíciles de ver, a no ser ue se usase el telescopio de la reina. Sin embargo, en Arkadia bastaba con asomarse por la ventana para observar aquel hermoso manto de estrellas. 


Una noche, una bonita noche llena de estrellas, John decidió deambular solo por la aldea. Sus pequeñas piernas le llevaron hasta lo alto de la colina, donde residía un hombre anciano en un faro. Desde lo alto de esa colina se podía ver el mar que tanto miedo le daba, aunque la altura le hacía sentir como si pudiera tocar las estrellas. 

Esa misma noche se encontró un niño asomado por una de las ventanas del faro. Sus pequeños ojitos azules miraban atentamente el firmamento como si aquello fuera lo mas bello del universo. Fue entonces cuando John descubrió que las estrellas no eran lo más hermoso de ese reino. 


Antes de que pudiera darse cuenta, su camino llegaba al fin. John abrió una puerta que le condujo hasta el observatorio. Tan solo tendrían que salir al exterior era llegar al bastión central. 

El bastión central se encontraba en la zona mas elevada del castillo. Conectado por niveles de escaleras se podía acceder a él. Doyoung ya no necesitó andar detrás del caballero. A partir de allí ya conocía el camino, ya no tenia tanto miedo. 

Juntos subieron las escaleras hasta llegar a las puertas del bastión. Después de todo ese tiempo, habían recorrido caminos mucho mas difíciles, habían alcanzado estas que nunca pensarían poder alcanzar. Juntos habían cambiado y no iban a desperdiciar todo lo que habían hecho. 

Pasase lo que pasase, aquella lucha iba terminar esa misma noche. 


Se detuvieron en las puertas del edificio. John puso su mano en el hombro del príncipe trasmitiendo su esperanza en el príncipe. Creía en Doyoung, creía fielmente en el hombre que se situaba a su lado. 

Es la hora– Doyoung asintió se alejó un poco de John. 

eL príncipe inspiró profundamente y juntó sus manos formando diferentes signos mientras hablaba en una especie de idioma antiguo. Sus cuernos y brazo adquirieron una tonalidad azul, como la que solían tener las diosas en las imágenes que eran representadas. De las manos del príncipe emergió un halo de luz. Halo que Doyoung hizo elevar por los cielos como una estrella fugaz. 

El silencio que dominaba la noche desapareció momentáneamente. El rugido de las cuatro bestias divinas resonó por todas el reino y una especie de rayo de color azul golpeo desde cuatro zonas el bastión central. 

Medoh, Ruta, Naboris, Rudania. Las cuatro bestias divinas estaban apuntando al castillo. Sus rayos celestiales estaban listos, esperando las ordenes del príncipe. Aquellos seres de metal habían conseguido eliminar con su poder la niebla que tanto temor les había infundado. 

Con su poder en pleno esplendor, Doyoung se acercó a la puerta que estaba impregnada de la masa negra. Su brazo tocó esta y comáis se tratase de polvo, la sustancia comenzó desaparecer, pasando de negro a brillante polvo azul. 

Las puertas del bastión se abrieron y el latido que llevaban escuchando desapareció.

En el techo del lugar se encontraba una crisálida con la forma de un corazón. No había ni un sólo rastro de su madre. 

Lo siento

No puedo hacer que se detenga. 

La voz de su madre desapareció, la crisálida se rompió. 

Aquella bestia que emergía de la crisálida era el mismísimo cataclismo.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora