El poder del viento

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Aquel joven era un chico rebelde, desde su nacer no se había mantenido quieto ni un solo segundo. Innegable era su capacidad como guerrero, sus corrientes de aire eran prodigiosas.. Le permitían elevarse en lo alto del cielo, mas alto que cualquier otro Orni.

El arco también se había convertido en otro de sus talentos desde pequeño. Capaz de manipular algunos capaces de disparar tres flechas al mismo tiempo, Jeno se volvió uno de los guerreros mas jóvenes del poblado. 

Aunque su comportamiento estropeaba todo. El chico de pelo plateado era demasiado arrogante y muy independiente. No trabajaba en equipo pues eso siempre conducía a una enorme discusión provocada por él. No era capaz de recibir ordenes y mostrar respeto ante nadie.  

Tan solitario se había  vuelto que incluso la zona donde él entrenaba se encontraba lejos del poblado Orni, en la entrada de los picos de Hebra. Un lugar que siempre se encontraba bajo un gran manto de nieve, frio y casi inhóspito. 

La madre del joven les indicó exactamente dónde se encontraba el chico. Se trataba de una zona de la que grandes corrientes de aire permitían a los Orni tener un vuelo estable. De alguna forma habían logrado construir un zona de entrenamiento y una cabaña en la que Jeno solía pasar la gran parte de sus días. 

El príncipe  agradecía enormemente que John le acompañase en esos momentos. No era un hombre de paciencia y no se encontraba en la situación adecuada para perder los nervios. Temía que si aquel chico le hacía enfadar, el lobo blanco despertase. La marca cada día se agrandaba más y más, llegando hasta su hombro. Nada mas conseguir activar a Medoh partiría a enfrentarse contra su destino.

Habían hablado de cómo actuar, John quien era más paciente se encontraba rumiando las palabras que le diría al chico. Aunque también se había asegurado de tener su arco cargado en caso de que la cosa se pusiera tensa. Prefería matar al chico antes de que Doyoung sufriera un ataque, la vida de ese crio no valía nada para él. 

Después de caminar durante unas horas pudieron avistar la zona de entrenamiento. Se trataba de un precipicio del que emergían corrientes de aire. Dentro de este habían cientos de dianas que el joven seguramente usaba para practicar su puntería. Con ver aquello John se aseguró de que ese niñato era mejor arquero que él. Ventajas de nacer con alas y una vista digna de un halcón. Lo único que podría tener de su parte era la velocidad, aunque eso no lo sabría con certeza hasta enfrentarse al chico. 

–Debe de estar en la cabaña, si estuviera fuera se le vería perfectamente. Los Orni son bastante llamativos– John quiso reír ante las palabras del príncipe pero aquel nudo en la garganta no le permitió reír. 

Jeno los esperaba dentro de la cabaña, desde lejos les había visto acercarse. Sentado cerca de la chimenea se encargaba de arreglar su arco que en uno de sus entrenamientos había deteriorado. Aunque si la situación se volvía tensa tenía otro arco preparado. 

Los dos jóvenes abrieron la puerta de la cabaña con demasiada fuerza y haciendo demasiado ruido. Aquello bastó para molestar al arquero que les miró lleno de asco. 

–¿Quienes sois? Ahora estoy ocupado, no seáis una molestia.–  El chico se parecía enormemente a Teba. Apenas rozaba la mayoría de edad y sus alas blancas le podían camuflar entre la nieve. Sus ojos eran amarillos como los del líder y una cicatriz cubría una de sus mejillas. Llevaba sus cabellos plateados le llegaban hasta la mejilla, revueltos intentando ocultar su cicatriz. 

–Estas ante el príncipe del reino. Venimos a pedirte ayuda, sin ti todo lo que conocemos desaparecerá– El chico no quiso decir nada. Simplemente se quedó arreglando su arco mientras esperaba a que los dos jóvenes le dieran mas información. 

–Necesitamos que pilotes a Medoh, es la única bestia que queda por pilotar. Es testaruda y un tanto difícil pero solo alguien como tú lograría controlarla.– El rostro del chico se volvió pálido. Como si le hubieran sentenciado a muerte al pedir aquello. 

No pienso hacer aquello, no pienso acercarme a ese monstruo. Vosotros fuisteis los culpables, por vuestra culpa ocurren desgracias.– Jeno había comenzado a alterarse. Sus manos temblaban y parecía estar a punto de perder la cordura. John estuvo a punto de tomar su arco pero el príncipe le detuvo. Las armas no eran la mejor opción en aquellos momentos. 

Medoh no es un monstruo, tan solo está descontrolado. Necesita alguien que lo guíe pero no una persona cualquiera es capaz de pilotarlo. Jeno, eres el único que nos puede ayudar–  Ambos trataron de convencerle, aunque el chico parecía tener la cabeza en otro sitio. No parecía escucharles atentamente. Le repitieron decenas de veces que nada malo le ocurriría, Doyoung se encargaría de ello. 

–Pero tú eres el hijo de las diosas. Si usases tu poder no tendría que pilotar a Medoh, todo esto de las bestias divinas sería innecesario. Podrías terminar con el cataclismo tú sólo– Aquel chico era listo, John miró a Doyoung casi intuyendo lo que el príncipe iba a hacer. El pelinegro quiso detenerlo pero Doyoung se adelantó. 

Se acercó al Orni quitándose la casaca para poder mostrarle la marca que se había teñido de colores morados como fuego que ardía a lo largo de su brazo. Jeno comprendió la urgencia que aquellos dos tenían. 

Estás maldito, no tienes poderes. Mierda, ¿a caso no puede salir nada bien?– Jeno había perdido toda esperanza de poder conseguir lo que tenía en mente. Si el príncipe no poseía ningún poder, todo sería inútil. 

–Es por ello que necesito que pilotes la bestia divina, si lo logras partiré a romper la maldición. Si fallo al menos tendréis a las bestias divinas para defenderos del cataclismo. Las cuatro unidas son la única defensa segura que tenemos.–Aunque las noticias fueran malas Jeno era capaz de ver mas allá. Si el príncipe rompía la maldición le podría ser de utilidad. 

Alteza, pilotaré a Medoh. Pero sólo si me promete regresar a salvo de la maldición. Solo su poder puede salvar a alguien que perdí por mi arrogancia.–


𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora