El camino de ambos se había dividido. Después de esos meses juntos los dos habían tenido que volver a separarse. El príncipe había sido el primero en tener que trasladarse, el se dirigía hacia una zona muy desconocida para él. Farore era una región tropical, con frecuentes lluvias y constantes rayos azotando el lugar. El peliblanco le había indicado que allí se encontraba la fuente del valor, un lugar con el que llevaba soñando desde la maldición.John aún se arrepentía de aquella despedida, el príncipe había dejado de lado las miradas tristes. Esa vez, aquella ultima mirada estaba llena de esperanza. El pelinegro era feliz de ver a quién le había devuelto la luz. John no sabía que esperar, no sabía que decirle.
"Después de cuatro lunas nos reuniremos de nuevo"
John no pudo responderle, no pudo decir nada. Su cuerpo se congeló y vio cómo se alejaba en su caballo blanco. En silencio su caballo siguió trotando lejos de donde el príncipe se dirigía, donde el mayor se dirigía era ungular que conocía desde pequeño.
Un lugar del que su padre siempre le había hablado, siempre había contado historias sobre un gran espadachín que con su espada era capaz de aniquilar la oscuridad. Aunque las historias habían permanecido mucho tiempo ocultas en el olvido, adormecidas por los recuerdos del ayer. Fueron los sueños lo que le devolvieron el recuerdo de aquel lugar, el gran monolito de piedra que indicaba la entrada al bosque. Todas las primaveras su padre le había llevado a ese lugar por alguna razón que el caballero desconocía, John siempre había tenido miedo de ir. La niebla tapaba las espaldas del monumento de piedra. Muchos habían desaparecido al querer adentrarse en ese lugar.
Nada mas llegar a Arkadia el padre de John dejó de contarle aquellas historias, dejó de estar por casa tan a menudo. No fue hasta que los años pasaron que entendió sus razones: insurgencias, oleadas de monstruos que anunciaban la llegada del cataclismo, la difícil situación de la reina... En su última carta le había le explicaba cómo la mujer había llegado al borde de la locura, ya no quedaba esperanza en poder recuperar a la mujer que una vez fue.
No les sobraba el tiempo, la noche anterior John se sintió como la oscuridad no les perdonaba ni un solo día de descanso. La marca del príncipe había crecido, después de cubrir completamente su hombro había comenzado a cubrir su pecho casi a punto de adentrarse en su corazón. Por la mañana Doyoung no había mostrado ni un sólo atisbo de sorpresa, tan solo alguna mueca de dolor. Aquello debía de arder como la espada de una hoja en llamas.
Al alba llegaría a la posta del bosque, un lugar en el que le conocían bien. Años atrás, cuando entrenaba en el bastión solía frecuentar aquella posta. La comida del bastión era bastante decadente pero en la posta del bosque servían de los mejores asados. Aunque no fuera de su agrado, debía de descansar aquella noche. El viaje desde el poblado Orni hasta aquella posta había sido un viaje largo y bastante duro para el caballo. Una vez llegado el alba se adentraría entre los siniestros arboles del bosque perdido. Deseando que su destino fuera diferente al de aquellos que habían buscado adentrarse entre la niebla del bosque.
Cuando llegó le estaba esperando en la puerta de la posta el dueño. Yone era una gran amigo de su padre, al igual que el hijo este había entrenado en el bastón. El señor mayor había sido gran amigo de su padre y trataba al joven como su propio hijo. Gracias a eso el pelinegro tendría un buen manjar esperando.
Toda la noche la pasó hablando con el hombre, le contó la situación que les perseguía y el hombre se mantuvo escuchándolo atentamente. No parecía sorprendido, era como si ya hubiera escuchado todo lo que el joven le estaba diciendo.
–Cuando termines de comer, necesito enseñarte una cosa. Es algo que tu padre me encargó darte si alguna vez decidías adentrarte en el bosque perdido.–
John no tardó mucho, después de aquellas palabras se presentó en el sótano de la posta. Allí le estaba esperando el señor, como un perro guardián que impedía la entrada a un nuevo mundo. El hombre no dijo nada, tan solo le dio la llave que le permitía abrir el lugar.
Con el permiso del hombre se encontró una sala llena de objetos de la posta. Aunque un cofre resaltaba entre todos ellos, casi como oro entre un mar de plata. Nada mas abrir la puerta sintió una especie de atracción hacia ese cofre, como si ya hubiera sido suyo. Desde la puerta Yone miraba al joven, estaba claro que aquello ocurriría en algún momento. Aun así no estaba seguro de si darle aquello iba a ser de ayuda a la hora de enfrentar su destino.
El cofre se abrió y en él apareció un escudo. Era muy distinto a los que estaba acostumbrado a ver en la guardia real. Los escudos de la guardia real solían ser dorados y de metales lo suficientemente resistentes como para aguantar tiempo. Aquel escudo era distinto, no era capaz de reconocer el metal con el que estaba construido, en él se encontraban las inscripciones de la familia real: La trifuerza formada por la sabiduría, el valor y el poder.
No fue hasta tocarlo de que se dio cuenta de que ese escudo había sido suyo, en su otra vida había muerto empuñando aquel escudo.
Corría, sus pulmones ardían y el dolor en el costado era cada vez mayor. El sonido de las flechas cada vez era mas constantes, aún no podía imaginar lo que había ocurrido. Aquel ser de oscuridad había poseído a sus mejores soldados, los mismos soldados que habían jurado proteger a la princesa.
Ella corría delante de él, su poder había despertado. Después de tantos años intentándolo no fue hasta que él estuvo a punto de morir que ella fue capaz de recibir la bendición de las diosas. No era justo, no era justo nada de los que estaba ocurriendo. Tenía los segundos contados, su instinto le alteró. Algo no estaba bien, gritó con todas sus fuerzas que ella se detuviera.
Aquello fue lo último que vio, su cabello blanco. El grito hizo que ella se apartase, gracias a eso se salvó de una flecha. La flecha impactó en su pecho, fue instantáneo. Su vida había terminado demasiado pronto. Antes de poder confesarse a la princesa, no pudo ver su última sonrisa.
No cabía duda, John era la reencarnación de aquel caballero. Aquel había sido su escudo y en el fondo del bosque se encontraba la espada que hace siglos perdió.
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𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanficDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...