Ya no sé qué lo que es el tiempo.
Mis manos están llenas de sangre.Todo su ejército estaba cansado. Llevaban muchos meses en el campo de batalla y aquello no tenía pinta de terminar pronto. Lo único que separaba los dos ejércitos era aquel inmenso cañón de Tanagar. Al otro lado se encontraban las tropas enemigas esperando órdenes.
Se alejó del campamento que había erigido y se adentró en el pacífico bosque. Había leído que allí se encontraba una fuente que honraba a las hadas. Doyoung no estaba muy seguro de ello, había leído muchos textos en los que se mencionaba a estos seres. Eran similares a los fuegos fatuos y solían guiar a los elegidos por las diosas Aunque antes de poder encontrar la fuente del hada, terminó encontrando un lago. El agua era cristalina y tras observarse a si mismo, lleno de tierra y con manchas de sangre, decidió descansar en aquellas aguas.
Dejó en una rama su ropa para que se pudiera secar. Después fue entrando despacio en las aguas cristalinas, la luz reflejaba su imagen en las aguas. Pese a toda la suciedad su cabello seguía blanco como la nieve. Odiaba ese color, era absurdo. Cuando llegó le dieron un brebaje que trasformó todo su pelo de color blanco. La reina le informó de que era una tradición real, una tradición absurda y que le hacía asemejarse a un señor mayor.
De un modo u otro, agradecía estar muy lejos del castillo. No es que le pareciera un lugar malo, la única razón era la reina. Su mirada fría, sus palabras severas... Empezaba a entender la razón por la que ella no le quería cerca. Uno de los generales le dijo que se parecía mucho a su padre. Lo único que Doyoung podía tener de similar con la reina era la mirada y la inteligencia. El general Zhao fue de gran ayuda. Le instruyó con todo lo que él sabía y fue un gran pilar de estabilidad para el peliblanco entre tanta muerte.
Cuando era joven nunca se imaginó que de verdad tendría que matar a alguien. No se consideraba capaz hasta que lo hizo. Fue terrorífico, como su mandoble arrancaba la vida de tanta gente. Sus movimientos se habían convertido en automáticos haciendo al príncipe casi invencible.
Y aún así, pese a haber cobrado tantas vidas, nunca entendió la razón de aquella guerra. Nadie más que la reina lo sabía. Ellos luchaban sin un objetivo claro, cada día olvidando su humanidad.
Recogió su cabello en una coleta. Estaba muy largo pero no quería cortarlo. Comprobó que su ropa se había secado y volvió al campamento. Se sorprendió al ver al general Zhao que le esperaba en su tienda de campaña. En sus manos había un pergamino y como siempre, su rostro no trasmitía ninguna emoción.
—Viene de parte de la reina. Solo tú puedes abrirlo— El príncipe le dio las gracias y se adentró en su tienda de campaña. Efectivamente era de su madre, el sello real era el mismo que el que sellaba la carta que recibió cuando cumplió los 18.
La carta era sobria y seca, le hablaba como si fuera un simple general. Mágicamente había terminado la guerrera y las tropas podrían regresar. Aquello supuso un gran alivio para todos pero algo no cuadraba. No entendía la razón por el fin de aquella guerra, no en la situación que se encontraban.
Rápidamente salió y le tendió el pergamino al general Zhao. Él se encargó de transmitir el mensaje de la reina. Las tropas celebraron aquello y encendieron una gran hoguera mientras cocinaban la carne asada y bebían. Doyoung no quiso unirse aquella vez, él partiría antes que las tropas. Al día siguiente ya estaría d e camino al castillo y no quería que durante el camino el dolor de cabeza le atormentase.
Abrió el baúl en el que tenía su uniforme de la guardia real. Estaba impecable pues apenas lo había llevado. Llegar al castillo significaba volver a la etiqueta. Etiqueta que siempre desaparecía en el campo de batalla. Ninguno de aquellos hombres habría adivinado su posición social de no ser por su cabello. Doyoung habría deseado volver al negro pero después de aquél mejunje sus raíces se mantenían blancas. Por mucho que creciese seguía siendo blanco Por suerte siempre llevaba consigo el traje de sigilo.
En uno de sus viajes se refugió en una aldea que no estaba en ninguno de sus libros de geografía. Cuando llegó allí descubrió que solían ser una tribu muy cercana a la familia real. Hasta el cambio de dinastía, después de la muerte de los Gohan ellos rompieron cualquier relación con la realeza. Por ello nadie sabía de ellos.
Doyoung prometió no revelar nunca su secreto, si tuviera que huir algún día ellos lo recibirían. Cómo muestra de paz le regalaron un traje de sigilo. Estaba fabricado con tecnología ancestral, la misma que aparecía en sus textos antiguos. Cuando lo llevaba puesto su cuerpo se ocultaba siendo imperceptible para nadie. Usaría mucho aquél traje durante su estancia en el castillo.
A la mañana siguiente partió con su caballo, era blanco al igual que su cabello y él más rebelde de todos los caballos que había en la caballeriza. Doyoung fue muy testarudo a la hora de elegir caballo. Nada mas ver sus ojos supo que él era el indicado, muchos le advirtieron que escogiera uno más manso pero aquél caballo era el único que podría soportar al príncipe. Recibió el nombre de Epona de una de sus cadetes. No recordaba el nombre de aquella chica pero cuando vio a su caballo le recomendó ponerle un nombre, según ella era mejor que llamarlo caballo. Epona era la diosa de los caballos y al caballo pareció gustarle aquél nombre.
No llegó a las puertas del palacio hasta la tarde, había banderines y la gente salió de sus casas nada más escuchar los pasos de Epona. Doyoung no conocía aquellos que salieron de sus casas para darle la bienvenida. Se sentía extraño y fuera de lugar. Sonrió para no dar una mala impresión e hizo que Epona fuera más despacio para evitar dañar a alguien.
No fue hasta llegar a la caballeriza que el príncipe pudo descansar. Algunos de los cadetes le saludaron y él aprovechó para darle alguna zanahoria como recompensa a su caballo. Le informaron de que su madre le había convicado al día siguiente. El príncipe no quiso saber nada de ella, soñaba con que le pidiera el exilio. Cuanto más lejos de sus garras mejor.Subir por el observatorio era un gran riesgo, podría encontrase con ella por lo que salió hacia los patios de entrenamiento. Si tenía suerte podría encontrarse con Jaehyun. Aquél cadete era un insensato que se había ganado su simpatía hacia muchos años. Seguramente ya habría ascendido a guardia y estaría supervisando a los cadetes. Al llegar al cuartel de entrenamiento se sorprendió al no ver a ningún cadete. Habían un guardia que estaba supervisando que las dianas estuvieran en buena posición. Doyoung observaba desde la primera planta, no quería que le viera nadie.
—Ya lo tiene. No es de la misma calidad que el del bastión pero podría servirle. Cuando termine avísame para guardar todo. Hacía tiempo que un guardia real no practicaba aquí. Estaré haciendo guardia para que pueda entrenar tranquilo.— Doyoung no podía ver a quién hablaba el guardia. Debía de ser alguien muy importante si le habían permitido usar el cuartel en solitario.
La persona misteriosa se mantuvo oculta del campo de visión de Doyoung. El príncipe decidió usar sus sentidos, al escuchar con más claridad pudo sentir como sacaban una flecha y tensaban el arco. Antes de que sus ojos pudieran ver, las flechas impactaron en el centro de las dianas. El arquero repetía los disparos con gran puntería y aquello aumentó la curiosidad del príncipe. Ansioso por descubrir quién era aquella persona, se movió de lugar intentado ver su rostro. Un crujido sonó al dar un paso y al segundo una flecha impacto casi rozando su hombro. Aquello detuvo de inmediato a Doyoung. Abajo estaba un joven, alto y de cabello azabache como lo solía llevar la guardia real. Su uniforme blanco y plateado era el mismo que solían llevar los hombres que protegían a la reina.
Pero algo no cuadraba en él, el arco que llevaba en la mano era distinto, era muy similar al que había en los aposentos de su madre.
Él seguía apuntándole con una flecha, si disparaba podría matarlo pues apuntaba directamente al corazón. Doyoung no podía decir nada, estaba en shock. Era como si ya conociera a aquél chico pero no estaba seguro. Había conocido a demasiadas personas en todo el tiempo que llevaba fuera. Veía los rostros de personas que había matado en rostros de otros y no sabía si el rostro de aquél chico era una alucinación suya.
El guardia real abrió los ojos con sorpresa, el cabello blanco... Rápidamente bajó el arco y se arrodilló. Había estado a punto de matar al príncipe. John había empezado con mal pie, sobretodo al estar a punto de matar a la persona que debía de proteger.
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𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨
FanfictionDoyoung es el heredero al trono, aún así vive en una aldea muy lejana al castillo. Solo cuando sea mayor de edad podrá volver a aquél gran palacio de colores blancos y dorados. John vive en una pequeña aldea. Todos los días son similares y eso es el...