Artes marciales y plátanos

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Me olvidé que eras fuerte
Mucho más de lo que yo podría ser

El clan Yiga, uno de los clanes más letales y sanguinarios que podía existir en todo Porthaven.

Todo comenzó con la rebelión de algunos Sheikah, en contra de servir a la familia real decidieron alejarse de todos los valores que habían jurado resguardar.

Así se llenaron de rabia y rencor. Vivían para terminar con la felicidad de aquellos que lo deseaban unirse al clan. Vivían para matar todo lo relacionado con la sangre real o que tuviera relación con las diosas.

Las gerudo que siempre habían defendido a la familia real se volvieron los mayores enemigos del Clan Yiga, teniendo que enfrentarse constantemente a sabotajes por parte de estos. Aquella noche era el séptimo día de las fiestas gerudo. La noche clave, aquella en la que el príncipe se adentraría en el clan.

John se había pasado todo el día dando vueltas en la carpa. Estaba demasiado nervioso como para poder estar quieto y se sentía muy inseguro. Los días anteriores se habían dedicado a practicar la escapada. Es decir, ir en morsa del desierto a toda velocidad intentando no ser asesinado por maestros de las artes marciales.

John no tenía mucho aprecio a las morsas. En parte porque su primera experiencia con ellas habías sido estando borracho y también por qué se trataban de animales bastante difíciles de manejar.

Y es que ir en morsa era ser arrastrado por el desierto encima de un escudo. Dirigir al animal era bastante complejo y si se acercaban a zonas con poca arena la morsa no podía pasar.

Incluso para Doyoung era difícil de manejar. El príncipe tenía más experiencia con ellas e incluso tenía una propia. Era de colores rojos mientras que la de John era marrón. La del príncipe parecía ser mucho más veloz pero también era más pequeña. La morsa de Doyoung le acompañaba a todos lados y llamaba al príncipe cuando se quedaba sola. Parecía comportarse como si el peliblanco fuera su madre.

La morsa de John ni siquiera se dedicaba a escucharle. Incluso se había negado la muy osada a aceptar comida de la mano del pelinegro. Cumplía su función pero John esperaba un poco más de afecto por parte del animal. Como mínimo que no le mirase con esos ojos indiferentes cada vez que se acercaba. Le había tocado la morsa más aburrida.

El plan iba como era debido, una guerra infiltrada les había informado sobre el plan para secuestrar a Riju. Las gerudo ya se habían adelantado y la matriarca estaba protegida en la ciudadela. Aquella que rondaba en el Oasis no era más que un señuelo de las guerras. Una de ellas se había disfrazado de la líder.

Que des tantas vueltas me está poniendo nervioso— Doyoung se estaba colocando el traje de sigilo. No podía abrocharse la parte de la espalda por la herida de látigo que John le había hecho.
John se acercó y sin que tuviera que pedírselo el príncipe le subió la cremallera.

Era la primera vez que veía el famoso traje de sigilo. Era negro y en el pecho estaba el símbolo del ojo oculto. Se suponía que podía hacer invisible al príncipe minetizandolo con el ambiente, aunque necesitaba llevar la máscara para que ello funcionase.

No quiero que te ocurra nada.— John estaba demasiado serio y aquello le daba mala espina a Doyoung.

El clan era un enemigo desconocido que no conocían su forma de luchar al completo pero eso no preocupaba al príncipe. Lo que le preocupaba era la cicatriz de su muñeca, recordando al príncipe que cada vez le quedaba menos para enfrentarse a sí mismo.

𝐓𝐡𝐞 𝐊𝐢𝐧𝐠: 𝐉𝐨𝐡𝐧𝐝𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora